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al mismo asunto, un Sr. Virchow de

Berlíu repetía:¡ ó impostura ó milagro!

-Pues, teniendo como imposible el mi–

lagro, quedaba firme para él sólo la pri–

mera parte del dilema. También pasó el

tiempo en que el Doctor LaJa de Rhodez

era el escarnio de todos los periódicos

médicos de Francia, porque había fir–

mado un testimonio cle curación prodi–

giosa, obtetenida en la gruta de Massa–

bielle.

De entonces acá hase andado mucho

camino. La evidencia y la incesante

repetición de los cases de Lurdes han

ilustrado las inteligencias y han indu–

cido á los incrédulos más avisados á

cambiar de lenguaje. Ya más de

trecien–

tos 1nédicos

de varias facultades de

Francia, como

las de Mans, Lilles,

Marsella, Poitiers, Laval, Aix, Besan–

zon, Lyon y otras, han reconocido y

confesado, no digo la realidad de las cu–

raciones, sino aún el carácter

físicamen~

te inexplicable de las mismas. Entre los

mismos descreídos, ateos ó materialis–

tas ya no se disputa más si en Lurdes

hay engañados ó engañadores: toda du–

da está eliminada; sino, si esas curacio–

nes, tan nuevas y estupendas, son ó no

explicables naturalmente por la cien–

cia.

Los hechos existen,

escribe el düc–

tor Bertcheim de la escuela de Nancy,

materialista:

hombre8 honorables han