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de palabras
y podía agregar muerte del
arte y muerte del sentido natural y hu–
mano, pues del sentido cristiano ni si–
quiera hay que hacer mención.
En efecto, habiendo él visto, oído y
tocado con sus propias manos en Lurdes,
lo que allá aconteció, no puede admitir-.
se que haya escrito tamañas enormida–
des sin estar persuadido de que se con–
tradecía á sí mismo.
¡Como! ¿Ignoraba él acaso que cada
peregrinación importante va ahora allá
acompañada por varios médicos, .
y
que
en la de 1892, en la que él se metió, había
cincuenta
de tod¡¡ts las creencias, países
y opiniones? No lo ignoró: pues estuvo
en medio de ellos, en la oficina de las
averiguaciones, con muchos de ellos
conferenció
y
junto con ellos tuvo opor–
tunidad {le observar cuanto quiso á los
enfermos, antes
y
despues de sanados.
¿Ignoraba él que antes de salir los
enfermos, especialmente los de la pere–
grinación nacional, son diligentemente
examinados por doctores de mucha
nombradía,
y
casi siempre jefes de clí–
nica y profesores de Universidades, los
cuales redactan y firman minuciosos
certificados de las enfermedades, llagas,
lesiones orgánicas, de que los infelices
adolecen? Tampoco ignoraba todo esto:
puesto que en Lurdes, si le plugo, pudo
tener
á
la vista cuantos certificados hu-