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fusión á los impugnadores de lo sobre-.
natural.
De su permanencia ahí durante el
triduo de la peregrinación, y despues de
la acogida que se le hizo, de sus obser–
vaciones y dichos y de sus accidentes,
se dieron minuciosos pormenores en
muchos dtiarios, ya incrédulos, ya cató·
licos; pero por éstos tal vez más de lo
debido; pues aparentaron acreditar las
rectas intenciones y buenas disposicio–
nes del señor Zola más de lo justo. Mu–
chos hasta exager
aron laesperanza de
que el camino de
LurGI.esllegase á ser
para él, lo que pa
ra Saulofué el de Da–
masco.
Así que la sencillez de no pocos hasta
previno el acto con el deseo, y al pintár–
selo en su imaginación, ya en la gruta
de Masabielle transformado en otro po·r
la Santísima Virgen, pronosticaron be–
llísimas cosas de su conversión y de su
fantasía, cambiada de espejo de fealda–
des en limpio cristal refleJando luces del
Paraíso.
Pero no pensaron ni escribieron así
los hombres más cuerdos.
A los pocos días de la visita de Zola al
Santuario de Lurdes, á saber el 10 de
Setiembre del mismo año, el abate Car–
tuívels de San Foy, director de la pere–
grinación belga, que sucedió á la nacio–
nal francesa, expresábase así en una