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corporn.ciones rnligiosas. No intento hacer la apología de los

frailes, solo repetiré las palabras del mas célebre entre los incré–

dulos: "No puede negarse,dice

(Ciiest. sobre

l,a,

Enciclop.

Art.

apo–

cal. Bienes de la Iglesit:i.)

que ha habido entre Jos frailes grandes

virtudes. Apenas ba_y monasterio que no encierre almas admira–

bles,que hacen honor

á

la humana naturaleza. i\luchos escritores–

se han empeñado demasia,do en inquirir los desórdenes y vicios

que alguna vez han mancillado los asilos ele la piedad .. ..La pri–

mera 0bligacion es ser justos. Debemos pues convenir, en que

á pesar de lo que se ha dicho contra. los claustrales, siempre ha

11abido entre ellos hombres eminentes en ciencias y en vir–

tudes."

Gerarclo.-Yo

prefiero siempre un hermoso teatro

á

un

magnífico convento, pues siempre el teatro será la escuela de las

costumbres, un vnnto de reunion y un lugar de recreo .

Gnillermo.-Yo

soy jóven aun y he perdido mucha plata y

mu0has noches en el teatro, y si es por las obras que en él so

representan, la expresion ele los adelantos del pueblo, nada pue–

de darse de mas triste

y

desconsolador que el teatro moderno.

La apoteósis del crímen, el perpétuo ultraje á la mujer, el es–

<Carnio del principio mornl y religioso, la burla á todo lo que re–

presenta honor, dignidad

y

decoro, este es el manjar que todas

las noches propina la literatura dramática á un pueblo frívolo,

que se ríe de sus propias cl.esgracias.

Gerarclo.-Amigo,

no esperaba de U. tal contestacion.

Giállermo.-Pues,

amigo, ya sabes que el mismo Juan Ja–

cobo Rousseau vituperó agriamente los espectáculos en una

larga y elocmmte carta á d'Alembert; Racine, Bayle, La Motte,

Gresset, Riccoboni que habían llegado á conocer los peligros

de los espectáculos, lamentábanse ele haberne dedicado al servi–

cio del teatro y forruaban votos para su supresion.

Gerardo.-¿Y

por qué desear la suprosion de una recreacion

tan inocente.?

Giiillermo.-Amigo,

hablemos francamente: los es–

pectáculos de nuestros dias,

y

las representaciones teatrales

consideradas á punto de vista práctico con todas sus circunstan–

cias concomitantes, léjos de ser un inocente recreo, es mas bien,

segun la expresion de Tertuliano, el santuario de Venus

y

el

consistorio privado de la lascivia. Hace ya algunos ailos 'que

M. Cárlos Dupin Par de Francia pronunció en un discurso pú–

blico estas palablas; "\ ed los teatros com-erticlos en escuelas

ele corrupcion y de infamia, hollando con los piés las virtmles

mas santas con la intencion patente de hacer amar, conRen ·ai:

y

admirar el duelo, el suicidio, el asesinato y el parricidio, el