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le mire: no han ido á buscar en la Religiou las reglas de su eter·

na justicia; que solas podian sostener la causa del pueblo, la

causa de la verch.dera libertad, y ele la ren.l civilizacion.

Gcrarclo.-Permiticlme, mi D. Eliseo, que os diga que sois

un gnm fanático.

y

perdonadme la expresion en gracia de nues·

tra antigua amistn.d. ¿Qué hombre sensato ha invocado la Reli–

gion para mejo.rar la condicion de los pueblos?

Eliseó.-Amigo

mio,vos llamais fanatismo

á

una importante ver–

dad que nos enseña la historia, la razo11

y

la esperiencia d'e todos

los dias: sucesos graves

y

trascendentales, registrados por la his–

toria, han establecido y comprobado el hecho de que los pue·

blos qne marchan por las sendas de la virtud, de la verdad y de

la justicia, atributos del Dios Autor

y

Legislador del universo,

adelantan, prosperan

y

se engrandecen; y que por el contrario,

todo pueblo que se apü.rta ele Dios, que se olvida de su nombre

y

de su cloctrinn,, pronto cae abrumado por el peso de grandes

infortunios

y

desgracias, ó pen»ce bajo

e~

filo ele la espada ene–

miga, ó bajo el put'ial de sus mismos patriotas. Mirad

á

la Es–

paña, en otro tiempo nuestra metrópoli,

y

señora de dos mun–

dos: mientras

fué

la nacion católica por antonomasia dió al

:mundo muchos santos, muchos sabios

y

muchos héroes. Cuan·

do en ella reinaba la unidad religiosa, al solo grito ele "Dios, pa–

tria y rey," se levantan todos, empuñan las armas, y conbaten

por

tl

espacio ele siete siglos contra los bárbaros musulma.

nes, consiguen su independencia y n,dmiran las proezas de

sus héroes desde las concavidades de Santa María de Covftdon·

ga hasta los altos muros de Granada. Al eco ele "Dios, patria y

rey" vencen

á

Carlomagno en Roncesvall&s, humillan

á

Fran–

cisco I en Pavia, y triunfan de Napoleon en Bailen

y

en Tala·

vera. Al solo grito ele Religion favorece las empresas de Cris–

t obal Colon,

y

manda

á

los célebres conquistadores Fernando

Cortés, Francisco Pizarro,

y

Pedro Valdivia . 1\liéntras esa na–

cion era llamada proverbialmente católica, contaba esa pléyada

de varones insignes. Calderon, Lope, Tirso, Rojas, Cervantes,

Mariana, Santa Teresa,, Frai Luis de Leon, Granada, l\1uri–

llo, Velasquez y otros mil. La nacion que en otro tiempo fué la

mas grande y respetable del orbe, es hoy la mas pequeña

y

des–

preciable: sus templos destruidos ó profanados, sus sacerdotes

perseguidos

y

despojados de sus bienes, sus innumerables par–

tidos destrozándose unos

á

otros, muchos edificios que eran la

gloria del arte los han incendiado; allí reina la anarquía y

el despotismo, la justicia es escarnecida, el derecho es con

culeado, en una palabra, la España ha visto ponerse el sol de

~us

grandezas, que se fueron con la cruz de sus altares.