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cuales demostrándonos con evidencia la omnipotencia
y
la iilfinita sabiduría de Dios, llegan
á
ser signos
certísimos de la divina revelacion, acomodados
á
la
inteligencia de todos. Por esto ya Moisés
y
los Profe-
t~!i~~J~nnc~J:~!1;0!!fa~~tl~;!1~s~!f!~r~:;º;r~~e~~~s~
y
de los Apóstoles Icemos:
El/.os pues saliei·on
y
p're–
dica,.on en todaspartes, obrando el Señm· con ellos,
y
confirmando su doctrina con los milagros que la
acompañaban
(1). Y ademas
estó.
escrito:
Tenemos un
testimonio mas firme, el de los Profeta8, al cual ha-
~s1~~~~ ~:,.~¡:::(
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)'."no
á
una antorcha 9ue b<ee
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mi~~~~ ~:f2~fU:~,ª~:d~~ !~ªe~b~'L~.;~ªp~~a~
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en ]a evangélica predicacion de un modo conveniente
á
la consecucion de la salvacion, sin la ilustracion é
inspiracion del Espíritu Santo, que da
á
todos la sua–
vidad en consentir
y
creer en la verdad
(3).
Por lo
que la misma
fé
en sí, aunque no obre por la caridad,
es un don de Dios,
y
su acto es una obra pertenecien–
te
á
la salvacion, con el cual el hombre rinde obedien–
cia
á
Dios mismo, consintiendo
y
cooperando
á
su
gra.
cia,
á
la cual pudiera resistir.
Mas en cuanto
á
la estension de la misma deben
creerse con
fé
divina
y
católica, todas aquellas cosAA
<JUe se hallan contenidas en la palabra de Dios escrita
o tradicionál, y son propuestas por la Iglesia, sea por
una definicion solemne, sea por el magisterio ordina–
rio
y
universal, para ser creidas como divinamente
reveladas.
Y
como sin esta
fé
sea imposible agradar
á
Dios
y
llegar
á
la sociedad de sns hijos, por asto
á
nadie sin
ella le cupo la justificacion, y nadie sin perseverar en
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1
~~jfé:!!~~ ~ºu1:;1í:~~~n
1
ªer~~b'!:r'd~ ,;t::z~:~~
verdadera
fé,
y
de perseverar en ella constantemente,
(1) Maro. XVI. 20.
(2) II. Petr. I. 19.
(3) Syn. Araus. 11.
can. 7.