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Y por cuanto lo que saludablemente decretó el san–
to Concilio Tridentino sobre la interpretacion de la
divina Escriturn para reprimir los ingenios petulantes,
es interpretado en mal sentido por ciertos hombres,
Nos, renovando el mismo decreto, declaramos, que la
mente del Concilio es, que en las materias de
fé
y
cos·
tumbres, pertenecientes
á
la edificacion de la doctrina
cristiana, aquel sentido de la Sagrada Escritura debe
ser tenido por
,~erdadcro,
que tuvo
y
tiene recibido
la Santa Madre Iglesia,
á
la cual pertenece jtizgar del
verdadero sentido
é
interpretacion de !as Escrituras
Santas;
y
por tnnto
á
nadie le es 1ícito interpretar la
santa Escritura contra este sentido, como tampoco con·
tra el unánime consentimiento de los Padres.
CAPITULO TERCERO.
DE LA FÉ.
Como el hombre entero depende de Dios por ser su
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salvacion humana, es nna virtud sobrenatural, con la
cual, mediante la inspiracion
y
el anx.ilio de la gracia
de Dios, creemos
qne las
cosas reveladas por Dios
son
verdaderas, no por la verdad intrínseca de las cosas
conocida con la lnz natural de la razon, sino por la
autoridad del mismo Dios que las revela, el cual ni
puede engañarse ni engafiarnos.
La
Jé,
segun el
Apóstol,
es la substlmcia de las cosaB que se esper(J//1,,
a1'gW1TUJ1ito de
las cosas que
1w
apa1'ecen
(
1).
Sin embargo, p'ara qnc el obs.equio de nuestra
fé
fuese correspondiente
á
la razou, quiso Dios unir
á
los
internos auxilios del Espíritu Santo cim·tos externos
argumentos de sn revelacion, esto es, ciertos hechos
divjnos,
y
ante todos los milagros
y
las profocias, los
(1 ) Hebr. XI.
l.