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CAPITULO CUARTO.
DE LA FÉ Y DE L;\. RAZON.
Otra verdnd profesada tambien perpétna
y
univer–
salmente por la Iglesia católica, es que el órden de
los conocimientos tiene dos respectos, distintos no so–
Jo por su principio, sino que tambien por su objeto:
por sn principio, por cuanto en uno conocemos por la
razon natural, y en otro por la fé divina; y por su ob–
jeto, por cuanto ademas de las cosas que están al al–
cance de la razon natural, se nos proponen para ser
creidos misterios escondidos en Dios, los cuales no se–
ria po3ib1e conocer, si no fuesen divinamente revela–
dos. A este respecto, el Apóstol, que asegura haber
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he!nOS recibido por Íesucristo, se espresa así:
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ciamos la sabidwria de Dios en misterio, la
1ndsma
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está oculta, la
que lJios
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antes de los
si–
glos para nuestra gloria, y nadie de los príncipes de
este siglo la conoció jamás:-c1npero Dios la reveló
á
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mo Unigénito da gracias
á
su Padre, porque eseondió
estas cosas á los sábios
y
prudentes, y las reveló á los
humildes. (2).
Ciertamente la razon, ilustrada con la fé, cuando
cuidadosa, piadosa
y
sobriamente examina, llega á al–
canzar, Dios mediante, alguna inteligencia, y muy
fructuosa, de los misterios, ya por la analogia de las
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bre; sin embargo jamas se hace idónea para penetrar–
los á semejanza de las verdades, que constituyen su
propio objeto. Y esto porque los misterios divinos por