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luz cultiva la c:iencia de las cos•s divinas;
y
la
le ,\
su
vez libra y defiende
á
la razon de los errores
y
la ins–
truye con multiplicados conocimientos. Por lo que,
tan léjos está que la Iglesia sea un embarazo
á
la cul–
tura do las artes
y
las ciencias humauas, que antes es
ella quien con mas multitud de medios la fomenta
y
la promueve. Ella ni ignora ni desprecia las utilidades
que de aquellas resultan en provecho de
la
vida huma–
na: confiesaantes bien, que asi como ellas han emanado
de Dios, Señor de las ciencias, asi tambien si son trata–
das como es debido, conducen con el auxilio divino al
mismo Dios. La Iglesia pues no prohibe, qne las cien–
cias
y
<lemas instituciones sociales usen de sns propios
principios
y
método, cada una dentro de su propio
círculo; pero sin desconocer esta justa libertad, vela.
con cuidado, que no se introduzcan en ellas errores
contrarios
á
la doctrina divina,
ó
qne nltrapasando sus
propios fines, no vengan
á
ocupar el lngar de las cosas
de la
fé
ó
á
pertmbarlas.
Débese saber pues, que la doctrina de la
fé,
que
Dios reveló, no es como un sistema :filosófico inventa–
do, gue se confia
á
los ingenios humanos para ser per–
feccionado; no: la doctrina de la
fé
es un depósito di–
vino entregado
á
la
Esposa de Cristo, para que lo guar–
de fielmente, é infaliblemente lo esplique. Y es por
esto, gue ningunotro sentido de los sagrados dogmas
será Jamás lícito seguir, fuera de aquel que una vez
haya sido :leclarado por la Santa Madre Iglesia; ni
nunca será lícito
á
ningnn génio apartarse de tal sen–
tido, só pretexto ó color de ser de una inteligencia mas
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ele todos, de un solo hombre eomo de toda la Iglesia,
en la escala de la"'edades y de los siglos: pero limítese
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Dios infalible
(1).
(1)
Vine. Lir.
Comnwn.
n. 28.