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btendc hablado Dios muchas veus
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duda debe atribuirse
ñ
esta di l'ina revelacion,
que aquello mismo, que en las cosas di\'Ínas no es por
sí pr&pio desconocible á
la
razon, en la presente condi–
cion del linage humano pueda tambien conocerse
fa–
cilmente eon firme certeza
y
sin ningnoa mezcla de
error. Con todo no por esta causa puede decirse que
Ja revelacion fué absolutamente necesaria, sino por
cuanto Dios mo>ido de su infinita bondad destinó al
hombre
á
un fin sobrenatural; esto es, á la participa–
cion de los bienes divinos, que del todo superan la in–
teligencia de la mente humana; pues está escrito,
que
ojo
ne
vió, ni orqa <>yó, ni han ll.egado al alcance del
corazon del lwmlYre,
las
cosas que Dios preparó para
aquellos que le aman
(2).
Pues bien, esta revelacion sobrenatnra1, segun la
fó
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1
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sin escrito en las tradiciones que fueron recibidas por
los Apóstoles de la boca del mismo Cristo,
6
que ense–
nadas por los mismos Apóstoles, dictándoles el Espíri–
tu Santo, como de mano en mano han llegado hasta
nosotros (3). Estos libros del antiguo
y
del nuevo Tc•–
mento, pues, con todas sus partes del modo que en el
decreto del mismo Concilio se hallan numerados
y
se
encuentran en la edicion de la antigua
Vul~ata
lati–
na, deben ser recibidos por sagrados
y
canonicos. Y
estos mismos, que la Iglesia tiene por sagrados
y
cano–
cos, no son tales porque compilados con la sola indus–
tria humana fueron despues aprobados por sn autori·
dad; ni tampoco solo porque contengan la re••elacion
sin error: sino porque escritos por inspiraciou del Es·
píritu Santo tienen á Dios por autor,
y
como tale• fue–
ron entregados
á
la misma Iglesia.
(1) Ilebr, I.1 -2,
(2)
J
Cor. U, 9.
(3) Conc, Trid,
ses~,
IV, Decr. de Cun. Script.