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[ 36 ]

pap

a se

reune el sentir mo·ralmente unánime de

io·

das

J.as

iglesias, en este caso su juicio es el de la se–

de

apos

tólica, como representante de toda la iglesia

de Jesucristo, lo cual equivale á un juicio de la igle–

sia universal. De estos dos juicios

y

sus diferencias

se ha tratado en una obrita titulada: ·

Cm·acté1·es de

los juicios dogmáticos de _la iglesia.

§.

XI.

A despecho de la sencillez

y

claridad de estas v;er–

dades,

y

aunque ellas naturalmente se deducen de la

constitucion

y

naturaleza de la gerarquía eclesiástica

estable.cida por Jesucristo,

y

de lo que dictan el buen

sentido

y

la comun opinion de los hombres; no es

menos cierto que estos han rep'\Jtado por costumbre el

juicio solemne de un obispo como cosa idéntica con

el de su sede: créese COf!!Unmente que la iglesia ha–

bla cuando habla su obispo,

y

f!'e consulta

á

este

cuando se quiere reconocer el sentir de aquella. Es–

to no debe· pa"recer extraño, residiendo en el obispo

como cabeza visible de su iglesia el derecho de re–

presentarla. Supónesele de

~na

parte instruido en ht

doctrina de su iglesia; se sabe de la otra que puede

en caso necesario reunir

y

consultar

á

su clero ;

y

de

aquí se presume que lo ha hecho, sobre todo cuando

en un decreto ó una instruccion pastoral habla como

gefe

y

.maestro de su sede. No es creíble, como de–

jamos advertido, que quiera exponer á la faz de su

iglesia un dictámen contrario al que ella profesa:

de aquí la idea de atribuir comunmente un mismo

·sentir al obispo

y

á la sede, sobre todo cuando apare–

ce en público revestido de ciertas formas solemnes;

y

de tomar por uno mismo él juicio de la iglesia

y

de

su gefe, suponiendo que este le ha dado como debia

hacerlo

y

lo practicaron constantemente durante si–

glos los obispos de la iglesia de Dios. De aquí tam-