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suadidos estaban los papas en aquel tiempo, de que
su autoridad nada podía intentar sobre la de 1os
obispos sus hermanos. Otro hecho servirá para de–
mostrar cual era por aquel entónces la opinion de
los obispos respecto de la autoridad pontificia. Un tal
Foulques, conde de .Anjú, de vuelta de su
peregrina~
cion á Jerusalen, ideó fundar un monasterio en sus
dominios para expiacion de sus pecados. Luego que
tuvo acabada la iglesia, pidió al arzobispo de Turs,
su prelado, que fuese á consagrarla
y
dedicarla; pe- ·
ro el arzobispo le contestó que no podía consagrar
á Dios el voto de un hombre que habia robado mu–
chas rentas de su iglesia,·si no comenzaba antes por
restituir á sus legítimos dueños lo injustamente rete–
nido~
El conde, irritarlo con esta respuesta, amena–
zó al arzobispo,
y
se dirigió á Roma bien prevenido
de oro
'y
plata, donde obtuvo del papa Juan que la
iglesia fuese consagrada por un cardenal enviado
expresamente al efecto. Quedaron escandalizarlos
los obispos franceses á vista de semejante atentado,
y
n0 pudier0n sufrir que el papa diera tan pernieio–
so ejemplo de la violacion de los cánones, los cuales
prohiben á todo obispo ejercer actos de jurisdiccion
en la diócesis de otro sin su expreso consentimiento.
" 'Porque, dice el monge Glaber historiador de aquel
tiempo, si bien el obis¡»o de la iglesia romana en ra–
zon de la dignidad de la sede apostólica es mas res–
petado que todos los demas del mundo cristiano, no
por eso le es de manera alguna permitido iiJfringir
el órden canónico. Y como cada obispo uniforme–
mente es esposo_de su propia iglesia,
y
hace en ella
l~s
veces del Salvadm·
á
quien representa, por tanto
nm,guno sin excepcion está auto_rizado para ingerir–
se en los negoeios de otras diócesis diferentes de la
suya (1)." Por esto añade: todos los obispos de co-
(1) Licet namquo pontifex romanre ecclesi:e ob dignitatem apos·