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los de la Curia: ¿juzga n los obispos, es decir, pronuncian
y dan sentencia? Por burla entónces los curialistas llaman
á
los ol,>ispos conjueces del Papa; pues todo el mérito y va–
lor de la sentencia se lo atribuyen á és te.
4·6.
Los Obispos son jueces en los Concilios ecumenicos.-
Poco á ntes nos conten tamo; con la confesion de Belarmi–
JlO
y
otr?s curialistas, que llamab&n jueces
á
-]os; obispos eO..
Concilio; pero una vez que de burla hab1aban así, cargamos·
sobre nosotros la obligacion de probar el derecho de los
obispos. Empecemos considerando
á
los obispos <¡n Conci–
lio provincia l con su metropolitano, y preguntemos: ¿será n·
los obispos consultores ó conjueces del metropolitano? Fag–
Jlano responde así: "el metropolitano debe seg uir á la ma·
yor parte de sus sufragáneos; pues estos como él tienen
vo–
to decisivo, y son conj ueces." Y, ¿por qué, decimos, noso–
tros, los obispos tienen sufrajio decisivo en el Coneilio pr0-
vincial? P orque han s ido puesto1,por Jesucristo en su Ighi–
sia para gobernarla. Y cuando pasan á Concilio jeneral ¿ha–
brán perdido esa mi sion divina? P ru eb en los de la Curia,
que la autoridad de los obispos en Concilio provincial-les vie·
ne del Papa, á <]Uien noplugo que la tuvieran en el eeuméni–
co; -Ó que su presencia, ó sea la de sus Legados, tiene vir–
tud de suspender y frustrar por entó nces, la <]Ue hubieron
recibido d e Jesucristo: en ¡;ualquiera de los dos estremos
n os h ab rán dado una idea perfecta de la mona rquía abso–
luta del Romano Pon'tífice.
S i nuestros lectores echan la vista al movimiento en que
muchas veces se enco ntró el orbe cristiano, cuando se hizo
convocatoria á Concilio jen.eral, formarán una verdadera
idea de su autoridad. Los obispos abandonaban sus Sedes,
quizá dejando paradas obras que empezarán, porque la cau–
sa comun de la Iglesia exij ia su presencia, a unque fuese á
costa de molestias y peligros en un largo viaje, y tal vez por
largo tiempo. La comitiva de teólogos
y
canonistas que con-–
sigo llevaban los obispos, estaba diciendo claramente, que
la Igl esia tenia necesid ad de la concurrencia de éstos, para
mucho mas que ilustra•· al P'lpa, y
á
veces era para exami–
nar lo que éste habia defioido. Si los obispos fueran meros
consultores, siquiera por caridad
á
las Iglesias, pudiera
ha-