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-154<-

J.mbiese enseñado el modo de conocer

y

estimar estas

pre~

ciosid ades, y emplearlas con provecho. E l pues to que ocu–

pan los maestros ele escuela no es ciertamente de aquellos

c ulminantes

y

ostentosos que atraen las miradas d e la mul·

titud; pero atrae las d el hombre pensador; y esa falta el e os–

tentacion e n nacla disminuye su merecimiento, el me reci.–

Jniento de una ocupacion tan social

y

cristiana.

34·. 4.•

Clwm· el los e?ife,.,nos.

Permítasenos nume rar en tre las cualidades que desean;os

en los párrocos, la de curar á' los e nfermos. Cuando se ale–

g uen cánones y decretales contra esta ind icaci on, ad verti–

rán

á

poca dilij encia los lectores, que ha i equivocacion en

el particular: ·que tales cánones se'dirijian á los monj es

y

canónigos regulares, á causa de la incompatibilidad que ha–

llaban entre estas profesi"Ones

y

la·de la medicina; que el

Concilio 4.

0

de Letran' no dice una palabra de la medicina;

y

que acl emas, se tenia por obj eto evitar la ava·cicia- lucri

causa

d ij eron los Papas

y

los Obispos, a l prohibir á .los

monj es,

y

á los ca nónigos ,:eguiares el arte de eurar: circuns–

tancia que nosotros excluimos, y que no tendrá lugar en

nuestros jJárrocos, distantes de valorizar su misericordia

por el só rdido inte res, y atendiendo únicamente á presta>·

un nuevo acto de beneficencia, para añadirlo á los innume–

ntbles d e su pi edad pastoral. ¿Podrá prohibirse, ni se ha–

brá menester indulto pontificio, para ejercer un acto de 'mi–

sericorclin? Si hubiere inconvenientes, la auioridacl de los

obispos se rá st¡fici ente

par~

precaverlos.

35.

Los pueblos deben te11er pm·te en la elecciou de sus

pán·ocos.

.

Para ligar estrechamente al pá rroco con sus pueblos, nos

parece qu e sería un medio poderoso el dar á los feligres

una -parte en su e leccion. La que tenía la plebe cristiana

en ·la eleccion d e los ministros del samtua rio, no solo era res–

pecto de los obi spos sino tambien de los presbíteros y de–

mas eclesiásticos. A ñáclamos á lo d icho en otro lugar el

testimonio del docto

y

piadoso Dug uet, á cuyo jnicio, el de–

r echo de dar testimonio,

y

de

elm.sm·

á

los it!ulignos,

segun