(11]
De corrida hemos pnsndo por In IIislol'io., dejando
nue\'O!.
<locurn.cntos que de clln nos presenta el erudito Padre Tomasin
y
pos!Crionneute Pereira en su preciosa demostrncion compuesta al
caso, por cuanto Jos mismos curialistas no niegan la existencia
d('
una
disciplina comprobada por la prt\ctica de tantos siglos: no
ho:i cucstion sobre el hecho sino sobre la manera con que lo ex.
plican nuestros adversarios.
Es verdad, dicen, q
ue los Metro–
politanos confirmaron en otro
tiempo
las elecciones,
o.stcomo és–
tas eran celebrodns po•· el clero
y
elpueblo, 6 por los Cabildoe
cclesiústicos; pero todo esto na.cia del derecho del Romano Pontí.
flce, que dabn valor 6 tales notos con su consentimiento túcilo. Por
consideracion al
importantt~imo
asunto que tratamos, hagámosle
d
honorde refutar este miserableefugio con formalidad, sin em–
bu1·go de que lo hemos refutado en Várias ocasiones.
Tnl es la constitucion de nuestro ser,
y
así adquirimos
~pcriencia en el trato de In sociedad, que cuantas veces vemos
ó.
nuestros semejantes proceder de la misma maneraque en iguales
circunstancias procedemos nosotl'Os, les atribuimos lo que hacen
ú
les oimos decir, como cuando nos atribuimos á nosotros mismos
lo que hD.Cemos
ó
decimos¡
y
por estar ciertos de que las obras
que nosotros escribimos son nuestras, tenemos por indubitable,
que aquellas que están
ó.
la \'istu son de los Autores cuyos nom–
bres llevun.
Pudiera ser, hablando absolutamente, lo contrario;
mas paradecirlo era preciso que hubiese pruebas inconcusas de
la superchería y falsedad, á semejanza de las que descubrieron
la impostura de Isidoro el pecador.
Sin esto, la presuncion y la
credibilidad estiin en favor de quien poséc, así comosucede en las
propiedades;
y
decir otra cosa, sería parecerse ni Padre Hardui–
no, autor de puradt>jns y de extravagancias. Este snbio Jesuita
r.cputabn por apócrifos, con excepcion de pocos, todos los escritos
de la antigüedad. Así ju1.gaba de los Concilios, sin6el de Tren–
to; y fuern de las obras de Ciceron, lo 1-Jistoria Nnturnl de Plinio,
las Sátirns
y
Epístolas de Horncio,
y
las Ge6rgicas de Virgiho,
11.>dus las demos eran supuestas. Y era que se había empeñado
en acomodar todos los hechos,
y
ajustarlos
á
su intento con refe.
rcncia
á
la Historia SagTado, al
J
udaismo carnal del pueblo He–
l•reo,
ó
á los caracteres de Jesucristo. La Eneidn era 6 su jui.
cio una flíbula inventadu. en el siglo
13
por un Benedictino, quo
quiso describir alegóricamente el vinge de San Pedro
á
Roma, y
pintar los acontecimientos que ho.bian consumado el triunfo de lo
Religion cristiana sobre la Sinagoga (
1
J ).
1\fucho tienede semc.
jame el empeño de los curinlistas en referir ul Hom:mo Pontifico
todo acto dejurisdiccion como
ii
su fuente, de donde nacen los
consentimientos tácitos ó expresos. Sabemos por lo llistorin que