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de su escrito es que defiende mala causa;
y
por eso son
débiles sus argumentos.
Y ya que be expuesto cuanto era preciso para satisfa–
cer los deseos de V. E., permít_ame que al terminar des–
cubra la amargura que aflije mi corazon. En mi larga
carrera epíscopal be dado frecuentes pruebas de mi res–
peto á las leyes del país, y á las autoridades constituí·
das: ageno á las pasiones políticas y á los partidos que
desgraciadamente han interrumpide la marcha próspera
de la República, be tenido por único norte el cumpli–
miento de mis deberes sacerdotales; y Dios por sus altos
designios, no solo me ha conservado la vida, y me ha dado
fuerzas para ejercer mi cargo pastoral por el espacio de
medio siglo; sino que sin merecerlo, me ha hecho el De–
cano de su Santa Iglesia. Por estos motivos be sido res–
petado
y
considerado por todos los mandatarios; y espe–
raba confiado que terminaría mi vida sin tropezar con
ninguna dificultad; pero la Divina Providencia ha dis–
puesto las cosas de otro modo, y me ha reservado para
mi ancianidad tristes y amargas pruebas. Castigos, atro–
pellamientos, todo se ha reunido contra mí. No obstante,
siguiendo el
~jemplo
de Nuestro Divino Maestro y Se–
iíor J esucristo, sufriré 1'esignado todos los males que me
sobrevengan, y pediré siempre al Padre de las miseri–
cordias que ilumine á los que persiguen su Iglesia,
y
que
dé su gracia
y
bendiciones á los que
la,
protejen
y
defien ·
den. Entre tanto, satisfecho con el testimonio de mi con–
ciencia, levantaré tranquilo mi frente no mancillada por
ningun crímen,
y
esperaré con razon que ese respetable
Tribunal ponga un dique á la perse¡;:ucion inmotivada
que se ha ievantado contra mí.
Lima, Octubre 5 de 1866.
José Sebastian
Arzobispo de Lima