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licos que querian entrar al parlamento debian abju–
rar prünero los dogmas de
~u
religion;
á
los que no
reconocian la supremacía de la iglesia anglicana se
les encarcelaba perpetuatnente
y
sns bienes eran con–
fiscados.
El autor ortodoxo anteriormente citado, defen–
c1iendo al cristianismo
~le
los ataques de sus adver–
sarios, formula las siguientes observaciones que
se armonizan con nuestras ideas.
~Vosotros,
dice, pu·
blicais que el
cristiani~mo
es el que unicamente ha
encendido sangrientas disputas ele religion,
y
que
solo el ha inspirado el celo perseguidor; pero olvidais
que la historia de los pueblos de la ant.ígna Grecia
nos presenta una guerra sagrada, eontinuada con
furor por espacio de diez años, de la cual fué causa
la religion; que
J
erges, aaoraclor
él
el fuego elemen–
tal , taló la Grecia y destruyó los templos de sus
dioses; que en
Egipto ~
en tanto que nn pueblo colo–
caba sobre los altares cierta especie de animales,
sns vecinos los abominaban Je lo que procedian
g·uerras contínuas de ciudad contra ciudad; que el
celo del pag·anisino hizo correr arroyos de sangre
cristiana en las provincias del imperio por espacio
de tres siglos; que los armenios, que habian abra–
zado y profesaban tranquila1nente el cristianismo,
tuvieron que sostener en el siglo IV una guerra
cruel contra Maxilnino, que se puso al frente de
sus tropas, para atacarlos en sus montañas,
y
obli-