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través del prisma de los interees
y
conveniencias de
la sociedad política.
N
o conviene, por lo
tanto, erigir
á
la Iglesia
en árbitro absoluto de los destinos nacionales, ni
hacer clr.saparecer su accion propia, en el órden es–
piritual, bajo la fuerzR o1nnipotente del Estado.
Conviene armonizar el ejercicio de las facultades
correspondientes
á
estas dos instituciones.
¿Cual será el mejor n1eclio ó el mejor sisten1a
de organizacion, para
~on~eguir
esta arn1onia?.
Proseguirmnos en los siguientes capítulos.