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Itecpnoci6 aquel prelado la necesidad y la obligacion
de subordinar el ejercicio de las funciones sacerdo–
tales. á las supremas exigencias de la paz
y
del
órden püblico.
Sin en1bargo, al general San J\tfartin no le satisfi–
zo este tempera1nento.
En un segundo oficio diri–
gido al arzobispo, el 27
~e
Agosto, por el 1ninistro
de relaciones exteriores.; 8eñor Juan Garcia del
Rio; se le significó en esta fonna la necesidad en
que se hallaba de presentar su renuncia:
«Así es
que
S.
E. advierte con dolor, que V. E.
I.
se resis–
te
á
dar cumpli1niento
á
su órden,
y
tne manda eo–
n1unicar á
V.
E.
I~
que, supuestos los escrüpn]os
de conciencia que tiene p<1ra obedecer esta disposi–
cion del gob1erno,
y
los que en adelante pudieran
asaltarle, respecto de otras que fuesen igualmente
necesarias) será conveniente que
V.
E.
l.
ealcule
sobre los males que se seguirán de no estar en bue–
na
y
perfecta armonía la autoridad civil
y
la eele–
siástica,
y
se decida por el partido que conviene
adoptar
á
V. E. I.;
tn
lct
inteligencia de
q_~te
las
órdenes ele S. E. son
ir,.evocab~es. ~
El arzobispo, al replicar') aunque procuró jus–
tificar su actitud, consitlerándola arreglada á los
preceptos de la Iglesia, pr_otestó no haber
·si~o
su
intento
resi~tir
á los mandatos del gobierno.
«
:rro es lo 1nistno, dijo')
resistir que representar
sumisamente; lo primero se ejecuta
á
mano armada