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De1nostró a·sí que el atropello no habia entrado
en .sa cálculos, cotno n1edio de resolver este género
de
cuestiones~
y que mas bien tnvo sien1pre el pro–
pósito de anteponer las solucionps pacíficas y con–
ciliadoras
á
las 1necl idas extretnas
y
violentas.
Lo
ünic) que no eonsintió fué lo qne no podia ni uebia
consentir: abanc1onar las leyes é instituciones pá–
trias, sin defensa alguna,
á
los sérios embates del
fanatisn1o religioso.
Bien inspirado el gobierno, observó en. este pri–
mer periodo de la lucha aquel sensato proverbio
latíno:
fortiter
in
rre S'Uavite1·
in
1nodo.
Resneltas las dificultades rela
ti
vas
á
la suspen–
sion del vicario Clara, solo quedó en pié la enes·
tion referente
á
la 1nejor 1nanera de llevar
á
cabo su
enjuiciamiento.
E8te se llegó
á
iniciar despues de
superados alganos ineonvenientes; pero su prose–
cncion no se ha activado.
!.Jet
conducta del señor Clara fLlé objeto de
tnu·
cha~
y
n1uy diversas apreciaciones. Cada uno la
juzgó con arreg·lo al criterio de sus ideas
6
de sus
pasiones. Vatnos
á
examinarla, fria
y
desapasio–
nadamente, con arreglo
á
las demostraciones gene–
rales que he1nos hecho en los anteriores capítulos–
y
van1os
á
apreciar tatnbien el n1érito del las tnedi–
uas dictadas por el ejecutivo, para proteger los leg·í–
timos atributos fle la autoridad civil.