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que la Filosofía de los enciclopedistas había infundido

en la masa social del último siglo.

Vuelvo

á

decirlo, señores: esta situación ha cambiado

maravillosamente.

Hay en Roma un Papa prisionero de la Revolución,

pero que domina el mundo, con su palabra y con su au–

toridad. Las congregaciones religiosas que fueron pros–

critas casi en todas partes, cubren hoy. como un esmalte

de piedras preciosas, las regias vestiduras de la Iglesia.

E n todas las naciones cristianas, se levantan escuelas.

academias

y

Universidades católicas, en cuyo seno se

han dado el abrazo de paz la R eligión

y

la Ciencia.

y

de

las cuales parte el rlo de la sabic.luría, para fecundar el

mundo de las inteligencias. Las asociaciones laicas, de

piedad, de caridad y propaganda son como guerrillas li–

geras que acuden al punto del peligro; que montan la

guardia para defender la autoridad de los obispos; que

llevan al seno del mundo

el

espíritu del Evangelio. Las

asociaciones de Señoras ponen, sin tasa

y

sin medida, al

servicio de la Iglesia el rico tesoro de su abnegación

y

de su amor. La misma potestad civil ha desistido de po–

ner el sello del Estado en las enseñanzas ó decretos de

la Cátedra Apostólica, porque no puede impedir que los

propague por todas partes, la prensa y el telégrafo,

y

los

promulgue en sus templos el Sacerdocio católico. Esto

es más prudente, sin duda, para que no se repita un he–

cho análogo al muy memorable de haber asistido una

Reina cristian<1, con su corte, al solemne

Te Deum

por

la definición dogmática de la Inmaculada Concepción.

mientras que el l\1 inisterio negaba el

pase

á

la Bula que

la proclamaba. Y si queréis confortar más vuestra espe–

ranza en el triunfo Je la causa católica, contemplad, se–

ñores, el torrente de aguas vivas que brota de la ancha

herida que la Revolución ha hecho en el corazón de la

Iglesia. Estas aguas riegan ya toda la tierra, que se cu–

brirá, en breve, con las flores

y

los frutos de la verdade–

ra democracia cristiana. que es la forma social del por–

venir. Así convertirá Dios en gloria y provecho de la

Religión las falsas máximas, con que se ha exaltado la

supremacía de los pueblo .

Respecto del Perú, nuestra querida Patria, vuestra

presencia aquí, señores. al amparo de la ley, ¿no es mues–

¡

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