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L as grandes crisis de la Historia, como los horribl es
cataclismos del G lobo son, señores, la condición indis–
pensable del desarrollo y del progreso de la obra divina.
Son períodos ag udos de la lucha perpetua á que está
conde nado el hombre, q ue encuentra siem pre obstáculos
en los caminos d el bien. Espaciad vuestras miradas por
toda la extensión de los siglos
y
veréis, señores, que. en
intervalos. m ás ó menos largos, se desencadena una tem–
pestad, inflamada por cólera infernal. que arra nca las
más arraigadas instituciones y destruye las mejores obras
de la civilización. Sobre estas ruín as, sopla d e nuevo el
espíritu de Dios, que restaura, ordena y vivifica el caos
confuso qu e dejó la tormenta, m ostrando al mundo el
incomunicable
y
soberano poder que tiene de sacar el
bien del mal ; la luz, de las tinieblas; (8)
y
los esplendo–
res de la vida, de las sombrías regiones de la lVI uerte.
L a Ig lesia no ha podido sustraerse, señores,
á
esta ley
universal. Nació en un campo de batalla, teniendo por
enemigos el poder de la Sinagoga y la Majestad del Im–
perio; y vivió tres siglos navegando en un mar de sang re.
A los príncipes de los sacerdotes
y
á los magistrados
del pueblo, qu e pretendieron prohibir la predicación
evangélica, contestaron los apóstoles, por boca de Pedro:
"
o es justo obedeceros á vosotros, antes que á Dios"
(g);
y
San Pablo dejó escrita la g loriosa divisa d el sacer–
docio cristiano en esta inmortal sentencia:"
Ve1'bttm
Dei
non est alligatum "
(
10) ;
" la palabra de Dios no está liga–
da". Sí, señores: no está ligada por nada, ni por nadie.
Su fuerza espansiva es inmensa; y rompe todas las cad e·
nas, salva todos los obstáculos y triunfa de todas las re–
sistencias. E s la misma energía de la libertad divina,
que actúa donde quiere:
Spz.ritus ubi vult spirat
(
II ).
Es–
ta fuerza sacó á la Ig lesia de las catacumbas
y
del circo
de los g ladiadores, para exaltarla sobre el trono de los
Césares. Constantino, señores, puso la cruz sobre la dia–
dema imperial, d ecretó la libertad del culto cristiano, al-
~
8)
Epístola 2• de S. Pablo
á
los Corintios. Cap. IV, v. 6.
9) Actas de los Apóstoles, Cap. IV, v. 19.
1O) Epístola de S. Pablo
á
Timoteo, Cap. Il, v. 9.
(11) Evangelio de S. Juan, Cap. III, v. 8.