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9~-

salvm'á; el que

110

C1'eyere se condenará. Ensdlttd á todos

los pueblos, bautizándolos en el no.mb1'e del Padre

y

del

Hi–

jo

y

del Espíritu Santo,

y

!taciéndoles gua1.'dar todas las

cosas que os he maurlado. R ecibid el Espíritu Santo; á

aquellos á quienes perdonáreis los j>ecados, les Se?'áll perdo–

nados;)' aquellos á quienes los 1'etttvié1'elS, les se7'ált retenz·–

dos.''

(5) Por estas admirables palabras fué creada

y

sub–

siste en el mundo la soberana autoridad de la Iglesia. li–

bre é independiente de todo poder humano. Su sentido

es claro, señores,

y

no necesita explicación ni comenta–

rios. Jesucristo es el tipo

y

el modelo de la misión evan–

gélica. La Iglesia podrá hacer cuanto pudo Jesucristo :

Omnis potestas data est mi/ti.

La Iglesia ejercitará su mi–

sión de la

manP.ra

que la ejercitó J esucristo:

Siwt m?Sit

me Pater, et eg·o mitto vos.

Pues bien, señores, Jesucristo

que pagó el tributo al César, que se sometió

á

la autori–

dad de Pilatos, que se entregó á sus verdugos con la hu–

mildad

y

mansedumbre de un Cordero,

que.fué obedim–

te hasta la 1mte1'te

(6), desempe ñó, sin embargo, el mi–

nisterio de la palabra, instituyó los sacramentos, estable–

ció la gerarquía sacerdotal, amplió

y

perfeccionó la ley

antigua

y

trasmitió sus poderes á los Apóstoles, no sólo

sin permiso, sino contra la voluntad del Imperio y de la

inagoga. Por esto lo acusaron como impío, sedicioso

y

revolucionario, exactamente como lo hicieron después, y

como lo hacen ahora los enemigos de la Iglesia con los

sacerdotes

y

Obispos.

Así ratificó Jesucristo, con su ejemplo, el testamento

augusto en que instituyó el Colegio apostólico, heredero

y ejecu tor de su misión divina, y ligó para siempre los

destinos de la humanidad á la li bertad de la Iglesia. Dios

vela sobre ella, señores, y la ama sobre todas las cosas

de este mundo. Quien la protege, lo sirve; quien la ata–

ca, lo ofende.

(7)

Por su parte, la Iglesia ha defendido el tesoro de su

libertad, con la inquebrantable energía con que se defien–

de la vida. Sí, Sf'ñores; porque sabe que, sin ella, no pue–

de salvar al mundo

y

entregarlo á Jesucristo.

(5) Diversos pasajes de los Evangelios de S. Mateo

y

de S. Marcos.

(6) Epístola de S. Pablo

á

los filipenses Cap.

li,

v. 8.

(7)

Evangelio de S. Lúcas Cap. X,

v.

16.