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TllA'

fA.DO

QUHUO

debe saber, que la observancia de este precepto de la correccion

fraterna obliga

á

todos so pena dé pecada mortal, en materia grave,

pues apenas hay quien corrija, ni quien se acuse de la omision de

ello;

y

lo peo1· es' que hay muy pocos confesores que lo pregun–

ten. De suerte, que si no fuera precepto lÜvino y natural, contra

Jos cuales no hay prescripcion de cíen arios, ni aun de cíen mil, ya

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obligará por no usarse, y es de manera, que no hay cosa me–

nos entendida, ni peor praeticada, así por la dificultad que en sí

tiene , como en el modo de practicarse; po1·que el que ha de corre–

gir, aunque·tenga la autoridad, y buena opínion que se requiere,

dice que no quiere meterse

á

donde no le llaman ni hacerse mal

quisto con nadie,

y

c_uando forzado de su obligacion corrige

á

al–

guno con caridad, el corregido lo siente á pa1· de muerte, y se es–

cusa diciendo que no lo·hizo, y si lo hizo, que no fue así;

y

si así, que

no fue malo, no tan malo;

y

si tan malo , no con mala inlencion;

y

si con mala intencio11, fue por culpa

y

persuasion de otro;

y

lo

mas ordinario es, que el que ha perdido la vergüenza

á

Dios, pie1·–

de el respeto.

á

los hombres, defendiendo,

y

abonando su culpa,

porque se precia de su mala vida,

y

se alaba de su pecado;

y

cuan–

do no , recibe la correccion con desprecio , no haciendo caso de lo

que le dicen, ni de qu_ien se lo dice,

y

hace de · la triaca ponzoña,

y

toma por injuria lo que es amistad y beneficio,

y

qncda sentido

y

agraviado de lo que babia de estar agradecido;

y

muy aficionado

si fu era prudente

y

discreto; porque como dice el Espíritu Santo:

Corrige al sabio,

y

te amará: mas como el pecador sabe poco,

y

menos si es mujer, apenas queda persona que conozca

á

quien no

se queje,

y

dé satisfaccion de lo que el otrn ó la otra

le

dijo en

secreto por su bien, infamándose

á

sí,

y

á

veces

á

quien le corrigió,

sintiéndose

y

quejfodose de él, llamándole de atrevido, indiscreto

y

mal intencionado; mas supuesto que

á

cada uno le encargó Dios

el cuidado d.e mirar por la salud

y

hien espiritual de su prójimo,

corrigiéndole, no te debes t1í escusar de hacerlo cuando le vieres

pecar, que no es rste consr>jo evangélico, que queda su cumpli–

miento

á

tu ·voluntad , sino precepto que obliga

y

obligó en cuanto

natural, en todos tiempos

y

á todas las -naciones del mundo. Y en