'
-
82 -
Jóven, procónsul del Ponto, dirijió al emperador
sobre la conuucla que debia seguir con los cris–
tianos ya muy numerosos ; á la que contestó
Trajano : "No conviene buscar á los cri stianos ;
pero si son acusados
y
quedan co .1victos hay
que castirgalos.,' Esla conleslacion dió lugnr al
célebre dilema de Plinio : ._Los cristianos son
inocenles ó son cu! pables : si son inocentes,
¿por qué castignrlos de lo que no es d elito ; si
son culp;:ibles, por qué no buscarlos? ¿por qué
no admitir todas las denuncias?" Los principales
mártires de esta persecucion fueron San Simon,
obispo de Jerusalem, y pariente de Jesucristo y
San Ignacio obispo de Antioquía que de una
avanzada edad, fué llevado á Roma, en donde
arrojado al circo fué devorado por las fieras.
Cuarta per§ecuucion. -
A mediados del
segundo siglo (
166)
Marco-Aurelio, emperador
filósofo, imbuido en las ideas de los sabios y
prevenido contra los cristianos por las mas atro–
ces calumnias, promulgó la cuarta persecucion
en la que fué inmenso el número de mártires.
Son los mns notables
~an
Justino, apologista,
y
el octogennrio San Policarpo obispo de Esmirna,
que condenado á ser quemado, subió ó la ho–
guera con el mayor heroísmo
y
fué
respetado
¡rnr las llnmas ; á la vista de este prodigio los
paganos llenos de indignacion le mataron de una
lanzada. Mnrco-Aurelio hizo terminar la perse–
cucion por un milagro que el Cielo obró en su
favor. Habiendo marchado contra los marcoma–
nos, el emperador vió su ejército cercado por
los bárbaros en las árid:is montañas de la Bo-