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Jóven, procónsul del Ponto, dirijió al emperador

sobre la conuucla que debia seguir con los cris–

tianos ya muy numerosos ; á la que contestó

Trajano : "No conviene buscar á los cri stianos ;

pero si son acusados

y

quedan co .1victos hay

que castirgalos.,' Esla conleslacion dió lugnr al

célebre dilema de Plinio : ._Los cristianos son

inocenles ó son cu! pables : si son inocentes,

¿por qué castignrlos de lo que no es d elito ; si

son culp;:ibles, por qué no buscarlos? ¿por qué

no admitir todas las denuncias?" Los principales

mártires de esta persecucion fueron San Simon,

obispo de Jerusalem, y pariente de Jesucristo y

San Ignacio obispo de Antioquía que de una

avanzada edad, fué llevado á Roma, en donde

arrojado al circo fué devorado por las fieras.

Cuarta per§ecuucion. -

A mediados del

segundo siglo (

166)

Marco-Aurelio, emperador

filósofo, imbuido en las ideas de los sabios y

prevenido contra los cristianos por las mas atro–

ces calumnias, promulgó la cuarta persecucion

en la que fué inmenso el número de mártires.

Son los mns notables

~an

Justino, apologista,

y

el octogennrio San Policarpo obispo de Esmirna,

que condenado á ser quemado, subió ó la ho–

guera con el mayor heroísmo

y

fué

respetado

¡rnr las llnmas ; á la vista de este prodigio los

paganos llenos de indignacion le mataron de una

lanzada. Mnrco-Aurelio hizo terminar la perse–

cucion por un milagro que el Cielo obró en su

favor. Habiendo marchado contra los marcoma–

nos, el emperador vió su ejército cercado por

los bárbaros en las árid:is montañas de la Bo-