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- b6 -

i11:venlarnn,

y

la Iglesia ha dado

ú

es ta persc–

cucion el nombre de

Era de lo s JJ1ár t fres.

El

histori ador Eusebio dice que en Egipto fu eron

separad as tantas cabezas del tronco, en un solo

dia, que el hacha quedó embotada

y

los ver–

dugos se ,,iernn oblignclos á alternarse ;

y

Lac–

tancio as eg ura qu e· de Ori ente

á

Occidente el

mundo fué anegado en sangre. Los Sacerdotes

eran arrastrados ni suplicio sin escucharlos si–

quiera; los fieles, sin distincion de edad ni sexo,

eran conducidos

á

las ll amas, y cuando ernn–

mud10s se les amontonaba sobre las hogueras;

en una ciudad Frigia los cristianos se refujiaron

en la Iglesia,

y

en ella fu eron quemados sin

escapar uno solo ; los esclavos cristianos eran

arrojados al mar con pi edras at adas al cuello:

á

nadie perdon ó la persecucion. Entre los innu–

merables mártires que perecieron son muy no–

tables; en Italia el cómico

S.

Gines, Pa11cra cio , de

catorce años

é

Ines de doce, en Epnüa los ni ños

Justo y Pastor,

S.

Vicente

y

la ,,irgen Eulalia;

en las Galias,

S.

Quintin

y

S.

Viclor,

y

finalm en–

te la Legion tebana, compuesta de soldados cris–

tiano s, que en número de diez mil fueron ase–

sinados por haberse negado á ofrecer un

s~cri­

ficio á los dioses. Esta persecucion que duró di–

ez años

y

se extendió por todo el Imperio , fu é el

úllimo esfuerzo del pagani smo contra la Igles ia

que fecundizada por la sangre de sus mártires,

se extendi ó r ápídamente hasta convertir

á

sus

mismos perseguidores.

Caracter de los suplicios -

La ley

que condenaba

á

los cri stianos era inicua; por-