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SEÑOR NUESTRO.

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al lado de acá del lago, cuando se esparció por todo el

pais la fama de la llegada del gran profeta lo que fue

causa por todos los parages por donde pasaba le llevasen de

todas partes enfermos en camas portátiles, los que se ex–

ponian fuera de las casas,

y

le suplicaban permitiese so–

lamente el que tocasen la orla

ó

ruedo de su vestido;

y

todos cuantos le tocaban quedaban al mismo instante per–

fectamente sanos.

Cal vino, conociendo claramente que todos estos he–

chos prodigiosos condenan visiblemente sus errores,

y

el

menosprecio que hace de las reliquias de los Santos

y

su

culto , no se contenta con acusar de su persticion á los de

Genezaret., sino que tiene tambien la insolencia

y

la im–

piedad de condenar la condescendencia de Jesucristo, en

permitir que

se

atribuyese

á

sus sagrados vestidos una vir–

tud milagrosa que no era propia sino de su sagrada per–

sona,

y

~l

que esperasen curar tocando el ruedo ó franja

de su túnica.

La gente que el Salvador habia saciado milagrosamen–

te con los cinco panes, deseaba con ánsia saber qué se

habia hecho: habian visto entrar á lo

apóstoles en la

barca,

y

sabían que Jesus no se babia embarcado con

éllos; y así quedáron aturdidos cuando supiéron que es–

taba al otro lado del lago con sus apóstoles, sin saber có–

mo babia pasado. No dudáron que hubiese ido á Cafar–

naun,

y

desde luego se encamináron todos allá ;

y

ha–

biéndole encontrado, le dixéron : Maestro,

?,

cuándo has

venido aquí

?

El Salvador, sin detenerse á responder á una cunma–

dad tan inútil, les dixo:

No me buscais por los milagros

que habeis visto, sino por causa de los panes que habeis

comido,

y

porque os habeis hartado

(

Joan.

6. ). Con esta

ligera reconvencion les manisfestaba el Hijo de Dios cuál

era su disposicion interior,

y

cuán interesado era el mo–

tivo de buscarle con tanta ánsia. En lugar de mirar mis

tnilagros como obras de un Dios,

y

como pruebas visi–

bles de que soy el Mesías, no mira is en éllos sino el pro–

vecho temporal que os puede resultar,

y

no me seguís

sino por fines gfoseros

y

carnales. Con cinco panes habeis

comido hasta hartaros mas de cinco mil pertonas: este

milagro os ha dado golpe;

y

viendo que nada os falta si-

Tom. VI.

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