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SENOR

NUESTRO:

Moyses dió ·de comer por espacio de

cuarenta años

á

mas de seiscientas mil almas con el maná que caía del

cielo:

i

podrás hacer tú mas de lo que hizo Moyses ? Res–

pondióles

á

esto Jesus: En verdad, en verdad os digo:

No os dió Moyses el pan celestial; rni Padre es quien os

en mi persona

el verdadero pan celestial., porque el pan

de Dios es el que viene del cielo., y

da la

vida al mun–

do

(

Joan.

6 ). Al oir esto, exclamáron todos. Danos, pues,

siempre este pan; entonces explicándose Je us todavía

mas claramente sobre el misterio de la divina Eucaris–

tía,

que era el principal objeto de todo este razonamien–

to, les dixo: Yo soy el pan de vida; el que viene

á

mí,

el que cree

á

mi palabra, el que cree en mí, no ten–

drá jamás hambre ni sed.

Pero ya os he dicho,

añadió,

que

me

habcis visto

,

y que sin embargo no me creeis;

vosotros me habeis visto hacer milagros, los admirais,

os alegrais encontrar en mí quien cure vuestras enfer–

medades,

y

quien os alivie en todos vuestros malos tem–

porales;

y

á

esto se reduce todo, pues no buscais otra

cosa. Mis milagros os dan gol pe;

i

pero os hacen mas dó–

ciles

á

mi palabra? ¿ producen en vosotros aquella bue–

na fe, sia. la cual serán inútiles mis mayores

beneficios~

P ero sabed que esta es la voluntad de

mi

Padre que me ha

enviado,

añadió.,

que cualquiera que

ve al

hijo y cree

en

él, tenga la

vida

et~rna.

De este modo disponía el Hijo de Dios aquellos es–

píritus materiales

y

carnales para el mas espiritual y mas

admirable de todos los misterios; pero aquel pueblo in–

dócil

y

grosero, léjos de rendirse á las verdades que el

Salvador les hacia sensibles por medio · de unos hechos

tan maravillosos,

murmuraban contra

él porque

había di–

cho

'

ro soy

el

pan

vivo

que baxé

del cielo;

y

decían

(

Paul.

r.

ad Cor.

2.):

¿No es éste Jesus, el hijo de José,

cuyo padre

y

cuya madre conocemos todos?

i

Como,

pues, dice, he baxado del cielo? Tanta verdad es ,

que

el hombre animal no percibe lo que es del espíritu

de

Dios: que los efectos mas admirables de su omnipoten–

cia, de su sabiduría

y

de su amor infinito son las mas

veces una necedad respecto de

él,

y que nada de esto

puede comprender. Respondió1es entonces Jesus : No

murmureis los úno·s con los ótros : ninguno puede venir

F4

.