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SENOR NUESTRO!

79

cho de él

el

Profeta: Os hablaré por figuras (

Psalm. 77.

):

Aperiam in parabolis os meum.

·

'

Habiendo Jesus despedido al pueblo, se metió en una

barca con sus discípulos para pasar al otro lado del la–

go. Apénas habian dexado la costa, cu ando se

levantó

una gran tormenta, de suerte que las olas cubrian la bar–

ca. Miéntras la borrasca lo turbaba todo, Jesus e taba

du rmiendo:

los

discípulos as.ustados

á

vista del peligro, ·

le despiertan, clamando (

Matth.

8. ): Sályanos , que somos

perdidos. Jesus les responde:. Gentes de poca

fé.,

z

por qué

temeis

~

Cuando estais conmigo,

z

qué teneis que

temer~

Con vuestro temor dais

á

entender que solo medio me

conoceis: dichas estas palabras se levanto, mandó á los

vientos y al mar que se sosegaran, y al insta.nte sobre–

vino una gran calma. Al ver esto, exclamáron ·todos:

l.

Qué

hombre es éste que los vientos y el mar le

obedecen~

Habiendo salido

á

tierra, libró á .dos energúmenos furio –

sos

que gritaban: Jesus, hijo de Dios,

i

por qué vienes an–

tes de !iempo

á

atormentarnos~

El uno de los dos esta–

ba poseido de una legion de demonios ; los que viéndose

precisados por su órden

á '

salir del cuerpo de aquel hom–

bre., le pidiéron le permitiese entrar en una piara de puer–

cos que pastaban por allí; permitiósele el Señor, y al ins–

tante todos aquellos animales se precipitáron en

e~

mar

y

se ahogáron; hermósa figura de lo que sucede al pe–

cador impenitente. Poco despues

~na

1nuger que babia

doce años que padecia un fluxo de sangre fue curada de

repente con solo tocar la orla,

ú

orilla de su vestido. Al

mismo tiempo vino uno de los príncipes de. la sinagoga,

llamado Jayro, el cual se postró á sus pies, suplicándole

entrase en su casa, porque se le estaba muriendo una hija

ún ica de edad de doce años; el Salvador tuvo la benig–

nidad de irá verla; pero

á

mitad del camino viniéron

á

decir

á

Jayro que su hija babia muerto , que le ahor-

. rrase á Jesus el trabajo de pasar

ade~ante;

pero el Salva–

dor, consolando

á

aquel afligido padre, le dixo : No t emas;

cree en mí solamente, y tu hija vivirá. Habiendo llega–

do Jesus

la casa, la halló toda metida en llanto ; com–

padecióse el Señor,

y

lesdixo: No lloreis; laQi -anq está

muerta, sino que duerme; como si dixera, no esta mue.rta·

para mucho tiempo: el estado en que la veis, debe ser mira-

.

.