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VIDA DE CRISTO
apariencia hombre como los demas: bienaventurados ·
1os
que permanecieren firmes en la fe, cuando me vieren
oprimido por mis enemigos, abofeteado, cubierto de sa–
livas, harto de oprobios: bienaventurados, en ·fin ,
~Ios
que al verme padecer no se alterarán ni me abandona–
rán;
y
aquellos tambien á quienes mis humillaciones
y
mi muerte no serán un motivo de escándalo. Despues
de esto
~izo
el _Salvador
?º
magnífico elogio de san Juan,
reprendiendo vivamente a los fariseos que se hallaban pre..
sentes,
y
echándoles en cara la poca impresion que habían
hecho en éllos las palabras
y
exemplo de este santo
hombre.
§.
XXVI.
Conversion de la pecadora
,
y
parábolas
que propone Jesucristo al pueblo.
Aunque el Salvador no se las ahorraba con aqueÍlos
hipócritas, sin embargo, nada omitía para ganarlos
y
convertirlos, hasta comer en casa de éllos cuando le con·
v.idaban,
y
preveía el fruto que habia de sacar de esta ama-
ble condescendencia.
·
(
Luc.
7.)
Estando un dia á la mesa en· casa de Si-
mon el fariseo,
fué
á buscarle una muger ,
á .
quien su
mala vida hacia muy conocida en la ciudad: esta mu–
ger, penetrada de un vivo arrepentimiento de sus deli–
tos, el que habian . excitado en su corazon las exhor ta–
ciones del Salvador divino, 'se puso detrás de Jesus, que
estaba recostado sobre una tarima de tabla al uso del
pais •.
y
postrada á sus' pies, no cesaba de
regar~os
con sus
lágrimas; los enxugaba con sus cabellos, los besaba,
y
derramaba sobre éllos un bálsamo aromático que tenia en
un vaso de alabastro. Viendo esto el fariseo que había
convidado á Jesus, decia en su interior: Si este hombre
fuera profeta, sabria, sin duda, quién es la que le besa
los pies. El Salvador, que penetraba lo que pensaba el
fariseo, le hizo ver muy bien que· nada se, le escandia;
y
tornando la palabra, hizo la apología de aquella ilus–
tre penitente por medio de .una alegoría, que
haGi~
com–
prender al fariseo que la perfecta contricion de aqtte-