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VIDA DE CRISTO
lleva
á
la perdicion es espacioso,
y
ancha la puerta;
y
este es el camino que siguen los mas. Al contrario, -el ca–
mino qtte. lleva
á
la vida es estrecq_o, y apenas me atre–
vo
á
deCiros lo corto que será el número de los
tj'lle to~marán esta ruta (
Matth.
7. ). ¡Qué angosta es , la
puer.ta,
y
qué estrecho
el
camino que lleva
á
la vida!
¡y quépocas geutes hallan la entrada! Bastante ·doy
á
enten–
der que hablo de la ley
evangélica~
cuya moral
y
cuyas
máximas he queriqo explicar0s sucintamente,
y
como en
compendio. Por mas que .asegure que mi yBgo · es suave,
y
·mi carga ligera, mis má.xhnas n© serán ·del gusto· de
los mundanos,
y
no faltarán personas que encontrarán
mi moral demasiado austera;. no obstante, no hay otro
camino que éste que lleve al cielo; toda otra senda mas
acomodada, mas ancha extravía; y.este es el motivo •por
qué es. tan corto el número de los esc_5gidos'.de
Dios. · so~
bre lo cual habiéndole dicho uno: Séñor,
i
con que ' son
tan pocos los que se
salvan~
El Salvador se excusó de
responder, al parecer por no aterrarles, y se contentó
con decirle: Esforzáos _para entrar por la puerta angos·
ta; porque os digo , que muchos buscarán cómo entrar,
y
no .podrán por haberse extraviado
d~masiado.
El otro pelig ro que debeis evitar,
y
contra el cual
debe
is
estar alerta, son los falsos profetas; guardáos de
estos hipócritas, de estos lobos voraces revestidos de pie–
les de oveja, que baxo un exterior modesto y compuesto,
que no respira sino sencillez y mansedumbre, armarán
lazos á. \fiuestra sencillez y á vuestra inocencia: únos, li–
s0nj_,ean?<?
.l<l:
·<?oncu pisce1?-cia
y
el amor propio, se esfor–
zaran a JUStificar el camino ancho con el ekemplo de la
muchedumbre, .
y
con falsos raciocinios pa a haceros en–
trar en él: ótros, haciendo ostentacion de un- falso zelo,
y
deslumbránd
oos con un exte rior
~ngañoso
y
mortifi–
cado, querrán
estrecn.artodavía mas el camino estre–
cho~
y
hacer
la salvacion mas difícil de lo que es,
y
con esto acobardar
y
asustar á muchas gentes, ligan–
do cargas pesadas
y
que no
se
pueden llevar ,
y
po–
niéndolas sobre las espaldas de los ótros,
y
á
las que
estos hipócritas ni quieren ni aun arrimar el dedo. Sin em–
bargo , por mas disfrazados que estén, los conoceréis
fá–
cilmente
por sus obras: un árbol malo no es capaz de