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SENOR NUESTRO.
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llevar íruto bueno. Sabed, que no todos los que me di–
cen , Señor, Señor, entrarán en el reyno de los cielos.
Yo no juzgaré
á
los hombres por su sistema, sino por
el mio; ni reconoceré por mios , sino á los que hubie–
ren hecho la voluntad de mi Padre., viviendo segun mis
máximas y mi espíritu: el dia del juicio quitará la mas -
carilla
á
todos estos falsos profetas,
á
todos estos hi–
pócritas. Yo sé que muchas personas me dirán en aquel
dia: Señor., Señor.,
i
no profetizamos nosotros en tu nom–
bre?
i
no expelimos lo de nonios en tu nombre?
i
no
predicamos con feliz suceso en tu nombre ?
i
no dirigi–
mos con fruto, no enseñamos con admiracion?
i
no hici–
mos en tu nombre e tupendas con ve r iones, un gran nú-
1n€ro de buenas obras y de milagro
?
Y yo les diré enton·
ces,abiertamente: No os conocí jamás por mis verdade–
ros discípulos: a partáos de mí ., vosotros que hicísteis
obras de iniquidad, pues buscásteis vuest ra gloria en vues–
tras mejores acciones; y de ningun modo la gloria de
mi Padre: predicásteis mas bien vuestra doctrina que la
1nia: con vuestra conducta desmentísteis la santidad de
la moral que exágerábais, solicitando vuestro aplauso:
á
la verdad.,
yo
saqué mi gloria de vuestros trabajos; pero
como vosotros no trabajásteis por mí , tampoco debeis
esperar de mí el premio: trabajásteis sin provecho ,
ó
por mejor decir, con pérdida, desde que ·solo buscásteis
vuestro interés, desde que no seguís te is sino vuestra inclina–
cion, y desde que en el cumplimiento y desempeño de vues–
tro ministerio no hicísteis sino vuestra propia voluntad.
Tal fue el admirable sermon que predicó Jesus en el
monte ,
y
en otras partes,
y
que me ha parecido deber–
le reunir aquí para abreviar esta historia: es un resú–
men de la divina doctrina del Salvador., la que hasta
entonces era desconocida
á
todos los hombres. Ni os
antiguos patriarcas, ni los profetas, aunque por otra par–
te tan ilustrados, habian podido hacer este descubrimien–
to: su vista era demasiado limitada para penetrar tan
arriba; solo aquel que la babia bebido en el seno del
mismo Dios la pudo hacer inteligible. Una moral tan san–
ta, can pura, tan perfecta, tan sublime no podia apren–
derse sino en la escuela del Hijo de Dios. Sería menes-
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ter trasladar palabra por palabra todo el evangelio
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