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DESPUES DE PENTECOSTES.

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d iez mil, apenas se salvará úno;

¡y

yo vivo tranquilo!

¡}r

no temo!

¡Ah, dulce Jesus mio, cuánto es de temer esta letár–

gica seguridad! Yo ando por el camino ancho con la mu–

chedumbre;

i

y espero llegar al término del camino es–

trecho? ¡Qué confianza tan insensata!

PUNTO SEGUNDO.

Considera que aun cuando la fe no nos enseñara esta

terrible verdad, sola la razon, supuestos ciertes principios

del evangelio en que convienen todos los cri stianos, sola

la razon, digo, bastaria para convencernos que el número

de los que se han de salvar debe ser corto. .

Instruidos en las> verdades de nuestra religíon , infor–

mados de las obligaciones que impone el cristianismo, con–

vencidos de nuestra inclinacion al mal ,

y

de la licencia

de costumbres de las gentes del siglo ,

i

se puede concluir

que se salvarán muchas personas?

Para salvarse es preciso vivir segun las máximas del

evangelio:

i

y

es muy grande el número de los que el dia ·

de

hoy

viven segun estas máximas?

Para salvarse es preciso declararse abiertamente

por

di scípulo de Jesucristo; ¡pero cuántas gentes tienen el dia

de

hoy

vergüenza de parecer tales! Es preciso para sal–

varse renunciar,

ó

con el afecto,

ú

de corazon

y

de afec–

to, todo lo que se posee; es preciso llevar su cruz: ¡Qué

pureza tan inalterable

es

necesario tener!

i

qué oelieade–

za de conciencia! ¡que ht¡mildad tan sincera!

¡qué

hom–

bría de bien tan exemplar! ¡q11é devocion tan só lid a !

¡qué

ingenuidad, qué caridad! Si los discípulos de Jesucristo

han de tener estas

~eñales,

iconoces muchos que las

tengan~

El mundo es enemigo irreconciliable de Jesucri'ito:

no es posible servir

á

un tiempo á estos dos ámos:

,i

á

cuá>l

de los dos te parece sirve la muchedumbre?.

Para salvarnos no basta no vengarnos; es menester

á

mas de esto amará los que nos hacen mal.

No • bast~ .con­

denar las malas acciones, es menester tambien tener ho ·

rror á los mas ligeros pensamientos malos. Np solo, es de–

lito retener la hacienda agena ; es necesario

á

mas de es–

to socorrer á los pobres con la nuestra. La ley cristiana

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