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DESPUES DE PENTECOSTES.

~r3

los servicios que piden son sumamente opuestos. Dios pi–

de un corazon vacío de toda aficion

ú

los bienes terre.

nos;

y

el mundo pide un corazon abandonado á los de–

seos de los bienes criados.

i

Puede Dios llenar un corazon

que ya está poseído del amor de las- riquezas?

Non po–

testis Deo servire, et mammonce;

desde el instante en que

el demonio de las riquezas es dueño de un corazon , el .

amor de Dios está desterrado de él.

Mamrnona,

es una

voz siriaca, que significa dinero,

tesoro~

ganancia. AquÍ

se toma por una divinidad, porque en efecto los hombres

lo sacrifican todo á las riquezas.

Como el dinero sirve para todas las urgencias de la

vida, esta necesidad que de él se tiene, sirve ordinariamen–

te de pretexto para justificar la pasion de tenerle , que

reyna en los mas ; por eso dice aquí el Salvador

1

que

si sirviéramos

á

Dios con fidelidac,i , con fervor y con

confianza, nos libraríamos de muchas inquietudes ;

y

este

Dios todopoderoso, oue vela tan

eficazm~nte

en las ne–

cesidades de las mas-viles criaturas, proveería abundan–

temente

á

todas las nuestras.

Ne soliciti sitis animce vestrte

quid manducetis, neque corpori vestro quid induamini:

des–

cansad ,

y

descargáos de toda solicitud sobre aquel que

os ha dado, no solo la vida , la cual es mas estimable

que el alimento, sºno tambien el cuerpo que vale mas

que el vestido: no temais que despues de haberos dado

la vida os rehuse lo que es necesario para conservarla.

i

De cuántos cuidados y fatigas , las mas veces inútiles,

nos ahorraríamos, si pusiéramos nuestras necesidades en

manos de la providencia? El que provee

á

las necesida–

des de las aves

i

podrá olvidarse de las de los hombres?

El Padre celestial que alimenta las aves sin que se to–

rnen el trabajo de hacer provisiones,

i

proveerá menos

á

la subsistencia de aquellos que le conocen, le aman

y

le sirven, dice san Crisóstomo? No condena aquí el Se–

ñor los cuidados justos

y

racionales que debemos tener

de nue tra manucencion: menospreciar los medios que la

provideHcia nos da para que procuremos las cosas ne–

cesaria

s

á

la vida, sería tentar á Dios. Jesucristo sola–

meo.re

condena la inquietud, la desconfianza,

y

la de–

ma

siada anxiedad. Se debe obrar como si codo el suceso

dependiera de nuestros cuidados , dice un gran santo ,

y

T()m.

V.

O 3