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212

DOlVIINGO CATORCE

tenecen

á

Jesucristo, concluye san Pablo, éstos han cru–

cificado su carne con los vicios

y

concupiscencias: los

verdaderos discípulos

de

Jesucristo, lejos de seguir los

de–

seos de la ca roe, y de hacer sus obras, la crucifican por

·medio de una contíoua mortificacion. Su estudio ordina–

rio es reprimir todos los ímpetus de las pasiones, mor–

tiflcar los sentidos ,

y

ahogar todos los deseos de la con–

cupiscencia. No hay virtud sin mortificacion: la mortifi–

cacion es quien conserva

y

mantiene la inocencia. El arpar

del deleyte es el veneno del alma. La vida regalona no

fue jamás una vida cristiana: no hay cristiano que no de–

ba decir: E stoy clavado en la cruz con Jesucristo:

Christo

confix us sum cruci.

El

evangelio de la misa del

día

es del capítulo sexto

del evangelio de san Mateo:

Nemo potest duobus domi–

nis

servire.

E~

este evangelio una continuacion de

la

ad–

mirable instruccion

que

hizo el Salvador

á

sus amados

discípulos, en la. que despues de haberles enseñado cómo

se debe

hacer la limosna, y el modo dé orar, les da un

modelo de

la

oracion que deben hacer. Oespues de esto,

les exhorta á no mirarse sobre la tierra sino como pere–

grinos,

y

les bace ver

que

no deben sus·pirar sino por

lo5 bienes celestiales y eternos,

y

que solo en el cielo,

;por decirlo así, se debe hacer fortuna. Las riquezas son

aquel ídolo á que cada uno

y

todos hacen sus votos:

la

pasion de amontonar tesoros sobre tesoros, es un tirano

qne hace bastantes esclavos: es un amo harto duro

que

manda con imperio,

y

á

quien siempre se sirve con

pér–

dida; sin embargo no falta quien le sirva.

i

Pero se pue–

de servir

á

Dios al mismo tiempo que se sirve al mun–

do, que se sirve á la concupiscencia, que se sirve al ído ·

lo de las riquezas , ó por hablar mas propiamente, al

mismo tiempo que se entrega el corazon

á

Ja concupis–

cencid,

y

se sacrifica la quietud ,

la

salud,

y

la misma

salvacion

á

la

avar.icia.

~

Oe'lengañémonos; Dios no sufre

que se ande en particiones con su Magestad: si el cora–

zon es de

ótro ,

desde el mismo instante ya

n.o

es suyo.

Nadie puede servir á dos amos:

si

sirve al úno es me–

nester abandonar al

ótro.

Son demasiado opueStos entre sí:

son de un carácter demas ido diferente para que tengan

criados .comunes. Amar al úno es

aborrecer

al ótro;

pues

"