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DESPUES DE PENTECOSTES.

199

ut

promiuio

e» fide

Je.ru

Chri.r·

ta mente de la ley vendr ia.

la j usti–

ti

daretur credentibu;.

cia . Pero la Escritura todo lo en–

cerró baxo del pecado, para que

la promesa. se diese

á

los creyentes

por medio de la fe de

J

esúcristo.

NOTA.

''Queriendo san Pablo hacer comprenderá los gála–

" tas convertidos, que la ley dada á los hebreos por el mi–

" nisterio de Moyses no los podia justificar, les trae el exem–

" plo de Abrahan, el cual no pudo haber sido justificado

"por la ley , la que no fue dada hasta cuatrocientos

y

,, treinta años despues. Dice que este santo Patriarca no

.,, se justificó sino por la fe en Jesucristo:

Abraham credi–

"

dit Deo, et reputatum est ei ad justitiam

:

Abrahan ere–

" yó

á

Dios,

y

esto le fue imputado á justicia.''

R E F L E X 1 O N E S.

Para

que por la fe en Jesucristo se cumpliese la promesa

en los que la creyesen.

Sobre la fe en Jesucristo estrib !i

.y

se funda toda nuestra salvacion. La fe

eh

Jesuc risto e Ja

basa de nuestra salvacion. De la fe es de Jo que vive el

justo ;

y

por mas que se practicasen todas las obras de la

ley, por mas que se tuviese toda la hombría de bi en, to–

da la ingenuidad, toda la rectitud que es imaginable: por

mas que uno fuese irreprensible en sus costumbre3 : por

mas <7aridad que tuviese con los pobres; sin la

fe

en Jesu–

cristo no tendría sino unas virtudes aparentes, unas bellas

cualidades puramente naturales; todo esto serian unos fru–

tos ásperos y nunca maduros de un árbol silvestre. La pro–

mesa de la herencia fue hecha al que hab_ia de nacer de Abra .

han; es decir, á

Jesu

cristo. Es menester ser miembro de su

Iglesia para ser

O.el

m~1mero

de sus hijos. Todo miembro cor–

tado del cuerpo, se pudre. Bien se le puede embalsamar,

y

con este artificio conservar su c0lor

y

su consistencia: la car–

ne se conservará; pero el miembro está muerto desde el mo–

mento que no depende de la cabeza; no pertenece ya

á

la cabeza desde el punto que está separado de élla.

¡

Terri–

ble

y

espantosa verdad para todos los hereges,

y

para to–

dos los cismáticos; es decir, para todos aquellos que la

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