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DESPUES DE PENTECOSTES.
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ninguna cesa muestra- tanto nuestra flaqueza
y
nuestra
nada , como nuestra soberbia.
i
Pero qué no somos_,
y
qué
no podemos con la gracia?
i
Qué luz , qué sabiduría, qué
valor , qué fortaleza , cuando estamos armados de este
don de Dios? Todo lo puedo, dice en otra parte el mismo
Apóstol, en aguel que me conforta:
Omnia possum in eo
qui me confortat;
y
la gracia que me ha dado , no la he
tenido vacía
y
sin producir algun efecto.
i
Qué no ha hecho
en mí? ¡Qué mudanza tan prodigiosa! De un persegui–
dor furioso de Jesucristo
y
de sus siervos me ha hecho un
apóstol: el amor tierno á este divino Salvador ha sucedido
al furor con que le aborrecía: la fe mas animosa ,
á
la
mas obstinada incredulidad;
y
el zelo mas ardiente de ex–
tender la fe de Jesucristo , ha sucedido
á
la mas violen–
ta pasion que hubo jamás ,
y
que tenia yo de acabar con
élla. Quiso Dios hacer ver en la persona de san Pablo lo
que puede la gracia de Dios sobre un corazon que no le
pone obstáculo,
y
que dice como este Apóstol: Señor, iqué
quereis que haga:
Domine, quid me vis facere
i
Rindámo–
nos con docilidad
á
las dulces impresiones de la gracia,
y
tendremos el consuelo de poder bien .presto decir como él:
Et
gratia ejus
in
me vacua non fuit.
La gracia que Dios
me ha dado , no ha estado ociosa en mí ; pero para esto
es menester decir sinceramente como él:
Señor, iqué que–
reis que haga?
El evangelio de la misa de este día cuenta la curacion
milagrosa
~e
un hombre sordo
y
mudo: todo es misterio–
so
en esta historia.
Habiéndose ausentado el Salvador por un poco
de
. tiempo de la Judea, de la que no estaba muy satisfecho,
vino
_á
Jos confines del pais de Tiro y de Sidon sin ruido,
ni aparato,,
y
aun parecía queria ocultar á estos extran–
geros su llegada; pero una tan gran luz no podía estar
....
oculta mucho tiempo. Los pueblos de aquellas provincias
eran canao.éos, descendientes de Canaan ,
y
por .consi–
guiente gentiles,
y
confinaban con la Juqea: habia entre
éllos algunos que se llamaban sirofenicios, porque ocupaban
aquel rincon de la Fenicia, que entonces era una parte de la
verdadera Siria. Aquí fue donde una muger de la Sirofenia,
comunmente llamada Cananéa, mereció por su perseveran–
cia que el Salvador hiciera elogio de su fe,
y
librase
á