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DOMINGO TERCERO
los recibia este divino Salvador,
y
del zelo que mostraba
tener por su salvacion, al paso que los soberbios
é
hipó–
critas fariséos no se dignaban ni aun sufrirlos un momen–
to en su presencia.
Nunca proponia el Salvador cosas dificiles
y
de una
alta perfeccion, que no pro'curase suavizar las dificulta–
des con algun temperamento ,
y
por lo comun con algu–
na parábola, cuyo sentido alegórico alentase
á
los peca–
dores,
y
excitase su confianza. Sabia mezclar el amor con
el temor;
y
si por una parte aterraba
á
sus oyentes, por
otra los movia , los consolaba,
y
los ganaba de tal suerte
con su dulzura, que jamás se cansaban de oírle. Todos,
ClUn entrando los publicanos, gente desacreditada entre los
judíos,
y
reputados por peca.dores públicos y escandalosos,.
todos buscabán su conversacion,
y
le oían con gusto,
y
así eran siempre recibidos con agrado
y
con ternura. Mµr–
muraban de ello los escribas y fariseos ,. y decían
á
voces
que un hombre como Jesucristo, que tenia una vida tan
santa
y
tan perfecta , no debia permitir se llegasen á él
los pecadores ,. ni debia tener comercio alguno con éllos.
La indignacion y las murmuraciones. de los faiiséos, dice
san G1·egorio , nos hacen ver que así como la verdadera
justieia está llena de compasion , así la falsa justicia no
tiene sino dureza y
ac~día.
No hay hipócrita que no qui ..
siera exterminar todos los pecadores,
y
cuyo zelo no esté
lleno de granizo
y
de rayos. No es esto, añade este Padre,
no es esto decir que los justos no se indignen alguna vez
contra los pecadores; pero hay una gran diferencia entre
lo que nace de la soberbia,
y
lo que viene de puro ze1o de
la gloria de Dios
y
de la salvacion de las almas. Los
justos reprendiendo por
zelo,
conservan
en
el corazon
la mansedumbre insepar able de
la
caridad : aborrecen el
pecado,. pero aman al pecador ,
y
estiman á aquellos
á
quienes corrigen; pero aquellos
á
quienes una falsa opinion
(!e su mérito llena de orgullo , desprecian
á
todos
lo~
<le–
mas,
y
no tienen la menor lástima de los flacos
y
misera–
f;>les; tal es el caracter de todo espíritu de
partido~
De es–
te
número eran los fariséos, dice el santo Doctor,
y
por
.eso el Salvador les propone continuamente el maravilloso
exemplo
de
su
mansedumbre, regularmente baxo de al–
~una
parábola.