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DESPUES DE PENTECOSTES.

. 3

de este dia,

y

como conviene con lo de.mas del oficio ; el

cual es todo sobre la bondad de Dios hácia el pecador,

y

sobre la confianza del pecador en este Padre de las mise–

ricordias ,

y

en este Dios de consuelo.

La epístola de la misa que se ha elegido para este dia,

se tomó de la exhortacion que hace san Pedro á los fieles

para inducirlos á humillarse delante de Dios ,

á

ponerse

en sus brazos ,

y

á

velar sobre sí , para de este modo no

dar ocasional enemigo de nuestra salvacion, que nos ace–

cha

y

da vueltas continuamente al rededor de nosotros,

de que nos pueda

hacer

el menor daño.

Humiliamini sub potenti manu Dei,

dice el santo

ApÓ3·

tol,

ut vos exaltet in tempore visitationis:

Humilláos ba–

xo la mano poderosa de Dios para que os levante

al

tiempo de su visita. Hace aquí san Pedro un resumen de

lo que es la vida cristiana,

y

empieza por exhortará los

fieles á ser humildes , dando á encender con esto , que

la

humildad ha de ser la virtud fundamental de los cris–

trianos _,pues es la basa y el sólido fundamento de todas

las virtudes cristianas. Sin élla se edifica sobre arena mo–

vediza. Por mas que el edificio de la perfeccion esté apun–

talado con cien exercicios de devocion , todos los mas

. especiosos ; sin

una

humildad sincera

y

profunda, se ha

edificado en falso, todo se desmorona , todo se arruina,

así

~l

edificio, como los puntales

y

estribos. Humilláos,

pues, baxo la mano del Todopoderoso, adorad sus

órdene~,

obedeced sus voluntades, sometéos á las leyes de su

pro–

videncia. R€conoced en su presencia, que nada podeis

sin su ayuda, que vuestra salvacion depende de

él,

que

no teneis ningun bien que no le hayais recibido de

Sll

pura liberalidad; entendimiento, penetracion, ciencia,

in–

genio , \'Prendas naturales; todas estas ventajas son unos

puros dones, .son unos bienes , de lás cuales le debeis

así el principal, como los réditos. Dios resiste

á

los so–

berbios,

y

da su gracia

á

los humildes.

¡

Cosa extraña!

Estamos convencidos de nuestra pobreza; nuestra igno–

rancia, nuestros defectos, nuestras flaquezas, ·todo nos

hace sentir nuestra nada. No hay cosa, aun entrando

nuestra altanería, que no nos humille: somos humilla- ·

-~·

dos, sin ser por eso mas humildes; pero es indispensa-

ble

el que

seamos humildes, si queremos ser levantados

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