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JUEVES CUARTO

muerto, le excita, le hacer oir su voz, ya sea por medio de

remordimientos de conciencia, ya sea por medio de otras

inspiraciones secretas. Pasos no obstante inútiles, si el pe–

cador no responde

á

estos primeros llamamientos, si los

que lo llevan, los que le lisonjean, los que le engañan no

se parari; es decir , si las pasiones no callan para dexarle

oir la voz interior del Salv.ador.

1.

· !Los judíos enterraban sus difuntos fuera de las ciuda–

des., los ponían en tierra en cavernas,

ó

sepulcros hechos

de uaa sola- piedra. Eran mirados entre éllos los sepulcros

como lugares inmundos," y como una tierra profana. Al

contrario, los cristianos, ciertos ,de la resurreccion, y pre–

sumiendo que muchos, cuyos cuerpos están enterrados en

los cementerios, gozan de la bienaventuranza en el cielo,

miran estos. lugares con respeto y veneracion. Por este mo–

tivo están los cementerios junto á las iglesias. Tambien se

entierran los. muertos en los templo"s, lo que parece venir

de q:ne antiguamente se edificaban las iglesias sobre los se-

pulcros éie los· mártires.

·.

·

La oracion de la misa er la riguiente.

Prcerta, qucesumur, omnipotenr

Deus, ut quor j ejunia vot iva

castigant

ipra quoque devo–

t

io sancta

l«!t

tfi,cet

;

ut terrenir

ajfecribur mitigatir, faciliiu

ccelestia capiamur

:_

Per D omi–

num nostrum•••

Haced , Dios omnipotente, que los

que morti ficamos nuestros cuerpos

con estos solemne ayunos, expe–

rimentemos el gozo que la piedad

inspira, para que disminuido el ar–

dor de las aficiones terrenas, consi–

gamos mas fácilmente los dones ce ·

lestiales: Por nuestro Señor...

La epístola es del capitulo

del iibro cuarto de los Reyes.

In

diebur

itlir: Venit mulier

Sunamitir ad E!iseum in mon–

t.em

Carmeli

:

dmque vidisset

eam

· vir D ei

ecr.ntra

,

ait ad

Giezi puerum suum

:_

E cce

Su–

namltir il!a. Vade ergo in oc–

cursum ejus, et

dic-

ei : Recte'

ne agitur circa te, et circa vi–

rum tuum,

et circa filium tuum?

En

aquellos dias : Vino la mu–

ger- Sunamitis al hombre de

Dio~

sobre el monte Carmelo ;

y

ha–

bi:éndola. visto el hombre de Dios

de la parte opuesta, dixo

á

Gie–

zi, su criado:. He allí la Suna–

mitis. Vé, pues,

á

encqntrarla,

y

d ila : ¿Estás

buena,

y

tu

marido,

y

tu hijo? Y élla re.s-