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DE CUARESMA.

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tos zelosos, que quisieran·desde luego hacer baxar fue–

go del cielo para exterminar á los pecadores, no esta n

animados del espíritu de Jesucristo.

i

De qué principio

vienen mis transportes

y

mi enojo?

i

es el verdadero ze–

lo quien produce mis aversiones y mis vivezas·?

Si se ojeai:a en ese corazon, si .se subiera hasta el orí–

gen de ese zelo· impetuoso, que no sabe producirse, ni

manifestarse sino apedreando, se hallaria, que esa nube

cargada de granizo

y

de ·rayos no se formó sino de una ex–

halacion maligna: un mérito demasiado sobresaliente; pe–

ro demasiado real, que nos hace sombra : una razon de

fa–

milia, de interes, de partido, un disgusto recibido: una

afrenta, un despecho, una env·idia secreta son el verdadero

y

el primer móvil de tantos movimientos como se disfrazan

con el nombre especioso de zelo

y

de caridad. Pero Dios,

que descubre el fondo de nuestros corazones, que desenvuel–

ve todos sus pliegues

y

repliegues, que lleva tan poca cuen–

ta con nuestras sutilezas

y

con nuestros sistemas,

i

qué jui–

cio hace de todo esto? ¡Buen Dios, cuántos trabajos, cuán–

tas penas perdidas! ¡cuántos pecado,s graves disfrazados!

¡cuántos talentos mal empleados! ¡O, y cuán desgracia–

da es una persona animada de .un falso zelo! ¡cuán dig–

na es de compasion

! ¡y

qué raras veces se vuelve de un

tan lastimoso extravío!

PUNTO SEGUNDO.

Considera que todavía hay un falso zelo mas modera–

do

y

mas sutil. Por mas que haga el falso zeloso , se en–

cuentra

á

sí mismo en cualquiera parte que esté;

y

ra–

r as veces es el zelo tan puro, que no esté ácompañado

de alguna vuelta sobre nosotros mismos: raras veces su–

cede, que la inclinacion , el humor, el natural , el amor

propio no sean como el alina de ese que se llama zelo

ó

fervor.

Nos persuadimos á nosotros mismos ,

y

aun quere–

mos persuadir á los ótros , que lo que buscamos , lo que

nos hace obrar, solo es la gloria de

Dios .

Pero si solo

buscamos agradar

á

Dios

en los exercicios de zelo,

i

por

qué esas predilecciones por los empleos, esas d ireccio–

nes espirituales de dis tincion

y

de eleccion , por lo co:-

C

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