DE CUARESMA.
que se pudies'en hallar. Una de las muchas que llevaron
al
Rey
fue Ester , la que
l~
agradó mas que todas las
ótras;
y
por su órden se
fa
dió todo lo que se juzgó nece–
sario para su adorno ,
y
siete damas jóvenes para servir–
la. Mardoqueo, atendiendo menos á la fortuna de su so–
brina, que
á
los riesgos
á
que estaba expuesta
en
la cor–
te, aumentó su solicitud
y
sus de5velos : entre los mu–
chos saludables consejos que la habia dado, la había en–
cargado mucho, que no dixese que era judía; pero que no
por eso dexase de obrar siempre como tal. Este buen hom–
bre pasaba casi todo el dia en el zaguan del palacio en
que estaba su sobrina, para estar á la mira de lo que la
sucedía. Habiéndose presentado Ester al Rey, aunque sin
haber puesto cuidado en componerse , le agradó tanto ,
que la puso la diadema en la cabeza,
y
la hizo procl-a–
mar reyna en lugar de Vasti. E sta ceremonia se hizo en
todo el imperio con gran solemnidad. El Rey rebaxó
los impuestos, é hizo grandes mercedes al pueblo y
á
los grandes de la corte el dia del casamiento ; y en to–
das partes no se
óía
otra cosa que las voces que publica–
ban las raras prendas
y
el mérito extraordinario de
la
Reyna Ester.
Su elevacion no mudó sus sentimientos por su reli–
gion, ni para con su
tio
Mardoqueo, el cual determi–
nó asistjr mas frecuente que ántes al átrio de palacio,
para estar mas en disposicion de ayudarla con sus
consejos. En aquel tiempo sucedió la _conspiracion de los
dos capitanes de guardias, que resolvieron asesinar al Rey,
la que fue descubier ta por Mardoqueo ,
y
puesta en no–
ticia de la Reyna ;
y
habiendo sido presos los dos capita–
nes, en el mismo dia fueron ahorcados. Por el mismo tiem–
po empezó el favor de Amá[J,
á
quien el Rey hizo pri–
mer ministro,
y
lo elevó sobre l-0s grandes
y
sátrapas
del imperio, mandando le hic iesen
á
este privado las pri–
meras honras en la corte despues del Emperador. En efec–
to, jamás se dexaba ver Amán en público, sin que todos
hincasen la rodill a ante
él.
Solo Mardoqueo se excusaba
de hacerle este obsequ io, pareciéndole que la ley de
Dios,
de la cual era muy obser ante, no se lo permiti a. Amán
lo reparó con admira ion. Le dixeron que no le rehusa–
ba
este
honor sino
porque era
judío: lo cual lo irritó
de