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MIÉRCOLES SEGUNDo'

' baj05

que ha püdecido basta allí

por sus pecados ,

y

la

sumi sion con que los ha llevado. Implora y espera la ayu–

da del cielo contra sus enemigos, siempre pronto, no obs–

tante ,

á

aceptar nuevos castigos. Como todos los pecados

son una rebelion contra Dios, y como el pecador es un

hijo rebelde contra su padre, parece que esro es lo que se

propone la Iglesia ; no tomando para la misa de estos

días de penitencia sino las palabras de los salmos que

compuso David mientras la persecucion que padecia de

su hijo Absalon.

La epístola de este día es la oracion que hizo

á

Dios

el judío Mardoqueo, tio de Ester, reyna de los persas,

por la libertad de su nacion, que estaba condenada

á

perecer por una órden del rey Asuero, que Amán su

privado y su primer ministro había obtenido para hacer

morir

á

todos los judíos esparcidos por sus estados. Esta

oracion fue oida; y ninguna cosa es mas propia para este

ti empo de Cuaresma., que es tiempo de penitencia,

y

en que

fa

lglesia no cesa de pedir

á

Dios misericordia por todos

los hombres condenados á la muerte eterna por el pecado.

Mardoqueo, hijo de Jair, de la tríbu de Benjamin

~

de

la raza de Saul, fue llevado de sw pais siendo todavía ni–

ño,

y

transportado

á

Babilonia por el rey Nabucodono–

sor con el jóven rey Jeconías, y con toda la nacion ju–

dáica. En la distribucion que se hizo de todos los cau–

tivos, fue enviado Mardoqueo

á

la ciudad de Susa, capi–

tal de la Persia , en donde se domicilió con toda su

fa–

milia. Tenia un hermano llamado AbigaiL, que tenia una

hija llamada Ester, la cual quedó sin padres desde muy

niña; lo que

movió

á

su tio Mardoqueo

á

llevársela á su

casa, y adoptarla por hija. Encargado de su educacion, la

crió en el temor de Dios, en el amor de la reLigion, y en

la exacta observancia de los mandamientos del Señor , y

en una gran delicadeza de conciencia en cuanto á las

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ácticas y ceremonias de la ley de Moyses. Habiendo

Asuero, que reynaba entónces sobre los persas

y

medos,

repudiatlo

á

la reyna su muger, llamada Va ti, determi–

nó con el dictámen de sus cortesanos casar con otra, que

no la cediese en hermosura, ni en las demas prenda y

per fecciones. Se dió órden que buscaran en todas la pro–

vincias del imperio las doncellas mas bellas

y

cabales