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DOMINGO CUARTO

panes con que :el Salvador dió de comer en el desierto á

mas de cinco mil personas.

Jesucristo acababa de curar al paralítico de treinta

y

ocho años, que yacía junto á la piscina. Este milagro, que

babia _hecho gran ruido en Jerusalen

y

en los alrededores,

había dado motivo al Salvador de probar muy por ex–

t enso

y

de un modo demostrativo

y

sin réplica la auten–

ti cidad de su mision, su di vinidad,

y

la santidad de su

doct rina. Los fariseos, lejos de rendirse á una verdad

tan clara, solo' buscaban cómo apoderarse de él, resueltos

á quitarle la vida; pero como todavía no había llegado

el tiempo determinado para este gran sacrificio, el Sal–

vador, que sabia todo lo que se tramaba contra él, tuvo

por conveniente el retirarse. Comenzaba entonces el tercer

año de su predicacion. Sus apóstoles, á quienes habia en-

. viado

á

predicar, habiéndose juntado cerca de él, de vuel–

ta de su mision, fueron en su seguimiento ha ta la ribera

qel mar Tibe ríades, así llamado por motivo de la ciudad

de este nombre, edificada poco tiempo había sobr.e este

gran lago á honra del emperador Tiberio. Habi éndose em–

barcado el Señor, pasó el lago,

y

se retiró al desierto, lla..:'.

mado de Betsáida, porque estaba en frente del pueblo de

~s te

nombre. queriendo hacer descansar allí á sus apósto–

les de las fatigas. de su postrera mis1on . Pero no pudo ser

tan secreta su

par~ida,

que no fuese vista de algunos, los

que habiéndolos visto embarcar, la publicaron al instante:

corrieron de todas par tes adonde el Señor se hallaba , y no

hubo ciudad , ni aldea en los alrededores de donde no sa–

liese un gran número de habitantes, á quienes el deseo de

verá Jesus, de. oírlo, de hablarle, parecía hacian olvtdar

lo largo del camino,

y

no sentir la fatiga.

El Salvador había subido á lo al to de una colina , don–

de .habia hecho, sentar á sus discípulos alrededor de

sí~

viendo desde allí la gran multitud de personas gue venían

á él de todas pa rtes, se enternecio y compadeció de

éllas;

y

para ahorrar les la ,pena de subir, se baxó al

llano, donde los recibió con un rostro que mo traba

bien la tierna aficion que les

p~ofesaba.

La primera cosa

que hizo, fue suministrarles el alimento espiritual, ense–

iiándoles las máximas de la mas alta perfeccion,

y

arro–

j ando en sus corazones la primeras semillas del cristianis