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DE ADVIENTO.
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Uno de tus principales cuidados debe ser el velar sobre
tus hijos, tus criados
y
toda tu familia. Esta obligacion
tan esencial es de lo que primero se disgusta la vida sen- .
sual. Condena tu negligencia sobre este importante punto,
y
haz que éste sea uno de los primeros frutos de
tu
reforma.
TERCER DOMINGO
DE
ADVIENTO.
E1
tercer domingo
de
Adviento, que antiguamente se
llamaba el segundo antes de Navidad, no es ménos solem–
ne en la Iglesii que los dos antecedentes. Como la venida
del Salvador al mundo debe ser el objeto de la devocion,
de las oraciones
y
de todos los piadosos exercicios de este
santo tiempo, la Iglesia tiene cuidado todos los
domi~os,
como dias únicamente consagrados á renovar el fe'fvor
de lps fieles, de excitar su fe
y
su esperanza á medida
que se acerca el dia del nacimiento del Redentor; para que
avivándose su celo á la proximidad de tan gran festividad,
procuren disponerse á celebrarla como conviene.
El introito de la misa de este dia todo él es mu
y
á pro–
pósito para excitar este celo:
Gaudete
in
Domino semper,
nos dice el sacerdote al llegar al altar:
Iterum d¿co gau–
dete.
Alegráos en el Señor, hermanos mios, otra vez os lo
digo: alegráos, no con aquella alegría vana
y
tumultuosa,
que tiene su orígen en los sentidos mas que en el corazon,
la éual, no teniendo por principio sino
á
un bien vacío
y
aparente, está siempre acompañada de amargura;
y
siem–
pre es seguida con arrepentimiento: alegráos con una ale–
gría verdaderamente cristiana
y
por consiguiente humilde,
modesta; pero pura, sólida, real: con una alegría, que no
teniendo
á
Dios .sino por un principio, es inalterable, llena
el corazon
y
sacia el alma. Sea notoria vuestra modestia
á
todos los hombres , descúbrase en todo vuestra alegría,
porque el Señor está cerca; en efecto,
i
qué motivo mas
justo que éste para una santa alegría? Señor, vos habeis
llenado de bendiciones vuestra heredad, contimb el sacer-
C
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