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TERCER DOMINGO
dote,
y
habeis puesto fin á la cautividad de Jacob:
Bene ·
dixisti, Domine, terrarn tuam: avertisti captivitatem f,acob:
Os habeis compadecido de vuestro pueblo,
y
por ultimo
habeis oido sus votos. La Judea, con quien usásteis en otro
tiempo de tanta bondad,
y
que desechásteis despues con
horror , como á una tierra manchada con las iniquidades
de sus habitadores, ha hallado ·nuevamente gracia en vues–
tros ojos ; le habeis enviado el Mesías, aquel rey esperado
por tanto tiempo, aquel Señor tan deseado, aquel Salvador
que fue el objeto de tantos votos, y el cumplimiento de
todas vuestras promesas; éste va en fin á dexarse ver: ique
motivo mas justo para mostrarnos
alegres~
De este modo
consuela é instruye la Iglesia á sus hijos en este dia al em–
pezar la misa.
Estas palabras, que son el principio de la epístola del
dia, son de la carta que el apóstol
sa~
Pabio escribió á los
filipenses.
.
Habiendo sido san Pablo llamado de Dios para que fue–
se
~.Macedonia,
vino
á
Filipos, ciudad de Macedonia, edi–
ficada por Filípo, quien la dió su nombre. En élla convir–
tió el santo Apóstol una muge,r
llamada
Lidia , que co–
merciaba en purpura. Esta conversion fue bien presto se–
guida de otras muchas; y se aumentaron tanto los fieles en
poco tiempo, que los magistrados, recelosos de los recien
convertidos, hicieron prenderá Pablo
y
á Silas su compa–
ñero; los hicieron azotar,
y
los pusieron ea la carcel. Por
la noch\!: hubo un temblor de tierra, que desencaxó hasta
los fundamentos del sitio en que estaban. Las puertas de la
carcel se abrieron por sí mismas,
y
se rompieron las ca–
denas con que estaban atados. Habiendo acudido el alca
y~
de,
y
creyendo que los presos habian escapado , quiso
atravesarse su espada; pero san Pablo le sosegó, le convir–
tió;
y
habiéndole instruido, le bautizó
á
él
y
á toda su
familia. Habiendo amanecido, enviaron los magistrados
á
decir al alcayde que pusiera en libertad
á
Pablo
y á
Silas;
pero san Pablo hizo decirles que no debian ser tratados de
aquella suerte unos ciudadanos romanos. los magistrados
fueron
á
la cárcel, se disculparon de lo hecho,
y
les roga–
ron que salieran de la ciudad. El santo Apóstol se
fué
de
Filipos
á
Tesalónica; pero siempre conservó
á
los filipen–
ses una singular ternura
y
benevolencia. Dixo alguna vez,