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DE

ADVIENTO. _

39

en q

ue debia nac

er el Mesías. Por otra parte sabían que

no se

hablaba.en

toda la Judea de otra cosa que de Juan,

Bauti

sta: que est

e santo hombre mostraba en su persona

unas virtudes mas divinas que humanas,

iy

que en un

~uer··

po mortal parecía tener la impasibilidad de un·ángeJ. To·

do esto era motivo para que é!J.c>s empezaran

á

pensar co·

mo el pueblo, el cual tenia al' precursor del Mesías por

el mismo Mesías esperado tanto tiempo habia,

y

deseado

con tanta ansia por todo el pueblo. Pero como nada hay

tan in,cierto como los rumores populares, creyeron que no

debian darles crédito antes de enviarle algunos sacerdotes

y

levitas, que supiesen de su boca quién era,

y

en virtud de

qué comision predicaba la penitencia. Escogieron para ello

personas de este carácter, porqueeran del cuerpo de los ecle–

siásticos, á quiénes, y no

á

ótros, tocaba examinar

á

los que

se entrometian

~n

predicar

y

en explicar la ley al pueblo.

Vió, pues, entónces la celebre Jerusalen á los príncipes

de

sus

sacerdotes

y

levitas salir muy acompañados,

y

ca–

minar mas de veinte leguas para informarse de las calida–

des dé la mision del nuevo Profeta, no sabiendo quef>an

á

recibir el ce cimonio mas auténtico de la venida del Me–

sías, habiendo ordenado la divina Providencia esta di pu–

'cacion á fin de que los judíos no pudiesen jamas dudar

que aquel Jesucristo, á quien habian de maltrfltar un dia,

era el verdadero Mesías.

Los diputados encontraron á san Juan á los alrededo–

r.es

de Betábora, llamada tambien Betania, ciud\d situa–

da

al otro lado del Jordan, distante como unas

vein~e

le–

guas del castillo de Betania. Sa Juan predicaba al lado de

acá en una campiña

á

cielo raso: hacia un gran número

de discípulos para aquél

á

quie

reconocía por su maes–

tro;

y

todo su cuidado era disponerlos, así por su doctrina

como por sus exemplos y por su bautismo,

á

abrazar la

ley de jesucristo.

.

Aquí fue donde los diputados del Sanhedrin le repre–

sentaron la gran veneracion

y

respeto en que le tenia este

consejo: que la santidad de su vida era la mejor prue–

-ba de que él no era como el resto de los homb res : que

eJl el dictámen del pueb10 pas.aba ya por

cd

Mesías,

y

que

ellos mismos no estaban apartaaos de esta .opinion: ha ta

·este punto les parecían sobre las

fuer~as

humanas las

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