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DE SEXAGÉSIMA.

brar todos los dias en nuestro corazon, el cual ooda ha

perdido de su virtud.

i

De dónde, pues, nace el que no

produzca casi nada en nuestra alma? Ningun aliento en

los riesgos, ninguna fidelidad en las tentaciones, ninguna

perseverancia en el bien , ningun fervor en los exercicios

de la penitencia. Las pasiones reynan con imperio, los

sentidos se satisfacen sin medida, el vicio triunfa, la inde·

vocion domina, la irreligion se dilata por todas partes.

No se experimenta sino disgu to en la práctica de la vir–

tud;

el yugo del servicio d Dios se hace muy pesado, la

penitencia no causa sino horror. Las máximas del mundo

están establecidas en todos los estados, el espír-itu del mun–

do lo regla todo, la piedad cri tiana está proscrita

y

des~

terrada e todo lo que se llama gran mundo.

i

Dónde es–

tá, pues

e

oder de la gracia? Si está sembrada con

abundanci ~

r..

"-

as las condiciones, en todos los e tados;

si la gracia no falta

á

nadie,

i

de dónde nace el que casi

nada produce? La corrupcion de las costumbres es casi

general; la sensualidad, la indevocion, el libertinage r , -

·na el dia de hoy en todas la edades. Veamos cuáleu

·~

n

los obstáculos que impiden el que produzca copiosos!

tos este grano misterioso.

P UNTO SEG UNDO.

Considera como los obstáculos que impiden' \ que la

gracia brote

y

produzca en nuestros corazones,

t

son

de nuestra cosecha; solo nos servimos de nuestra

t .

tad

para hacerla estéril. La dureza de nuestro corazon, la di·

sipacion de nuestro espíritu, ec;tán figuradas en aquellas

piedras, en aquel camino real de que habla el Salvador,

y

sobre que cae el grano, el cual no habiéndose envuelto en

la tierra, es llevado

y

comido por las aves. La se·quedad

le embaraza el brotar;

y

si llega á asomar, se seca presto

por falta de humedad.

i

Quién

nb

ve que estos obstá ulos

ordinarios

y

co.munes causan necesariamente la e terili–

dad de la gracia? Pero los mayores obstáculos,

~obre

todo

en estos dias de disolucion y de licencia, son esas diversio·

nes tan poco cristianas que el demonio ha int roducido •

y

que el mundo ha adoptado como tan conformes

á

su espí–

ritu

y

á sus máximas. Estas son las e pinas que sufocan el

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