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,
DE QUINCUAGESIMA.
187
ayunó
por
el
molivo de que el principio dél ayuno sólem·
ne de Cuaresma se babia fixado al miércoles de la sema–
na,
que llamamos miércoles de .Ceniza. Por la misma se
llama aún hoy este domingo la entrada de Cuaresma por
entrar la Cuaresma en su semana. Los griegos le llaman
Ty·
rophage,
porque comienza entonces; esto es, en su semana
la abs ti nencia de las carnes y lacticinios, y es un dia muy
célebre entre éllos. En España se llama vulgarmente do–
mingo de
Carnestolendas,
sobrenombre que tambien se da
al lunes
y
marres siguientes, por quitarse entonces el uso
de las carnes, pues esto quiere decir Carnestolendas.
La Iglesia, que como diximos en otra parte, no se pro–
pone . tro fin que el de inspirar á los fieles el espíritu de
compu. cion, de penitencia
y
de retiro en las tres emanas
que prec
.D
santo tiempo de Cuaresma , ha escogido
en la Escd
ar~
para sus oficios nocturnos la his toria de
las
tres edades del mundo. La primera, que es desde Adan 6
desde la creacion del mundo hasta Noe, se lee en el oficio
del domingo de Septuagés ima
y
en el de su
seman ~ ~
La
segunda desde Noe hasta Abrahan hace el oficio de "'/ e–
xagésima
y
de los días siguientes;
y
la historia de li er–
cera edad desde Abrahan hasta Moy ses comienza en la
Quincuagésima. Al hacernos la Igle ia la pintura <de estos
primeros tiempos , pretende hacernos el plan
~e
toda la
economía de la divina Providencia sobre lo e ,,:,
·dos ;
y
por la memoria del cuidado paternal que tiene
J!.~·
s de sus
hijos, excitarnos á recurrir á él en todas nuestra
cesi–
dades, á confiar mas
y
mas en su bondad .
y
a
pro~
char–
nos del beneficio de la redencion por medio de una vida
inocente
y
penitente. La epístola
y
el evangelio de la misa
d.e este dia se dirigen al mismo fin. Aquélla, haciéndonos
ver la necesidad que tenemos' de vivir en la amistad de
Dios
y
en el fervor de la caridad; éste trayéndonos
á
la
memoria lo qu€-e1Salvador padeció poi-salvarnos, empe–
ñándonos por este medio á llorar nuestros pecados á toda
hora,
y
á
cumplir en nuestra carne, como habla el Após·
tol, lo que falta
á
los sufrimientos de Jesucristo, que
es
la
aplicacion de estos mismos sufrimientos.
Pero el espírim del siglo, siempre contrario al espíritu
de Jesucristo
y
de la lglcsia
~
nos enseña máxí mas entera–
mente opuestas. Quiere que la tristeza
y
el retiro que la