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DOMINGO
puesto al escarnio del populacho insolente; le escupirán
en la cara , le azotarán cruelmente ;
y
por último le con–
denarán
á
morir en una cruz; pero su muerte será seguiJ
da de una resurreccion gloriosa. Todo este discurso era
para los apóstoles un enigma en que nada comprendían.
No podían comprender cómo el Mesías, por tanto tiempo
esperado , podía ser tratado de una manera tan indigna;
y
rio podían entender cómo se habían de componer tantas
ignominias con la dignidad y grandeza de la persona de
su maestro. El misterio de la muerte del Hijo de Dios por
la alvacion de los hombres les era todavía escondido. Je–
sucristo no dexaba de hablarles de él á menudo, para
que cuando viesen cumplirse lo que se les babia pr ;:licho
tan positivamente, se asegurasen, y comprendie) n á lo
menos por entonces, que la pasion del
,,.:/r
babia
sido voluntaria, y que no babia muerto sino
po ~·que
habia
querido.
.
Estando Jesus en esta conversacion con lós apóstoles,,
y
a
·.~ rcándose
á Jericó un ciego que estaba sentado á un
lad . el camino pidiendo limosna, oyendo pasar una tro–
pa
.... gentes, que salían de la ciudad para ver al Salva.:..
' aor , preguntó cuál era el motivo de aquel tropel ; y res–
pond iéndole que pasaba por allí Jesus Nazareno , excla–
mó al punto ; Jesus, hijo de David, compadeceos de
mí.
¡Qué d'
,'_.-¡'só
fue este hombre en haberse sabido aprove–
char ta
~f::1ien
de la presencia del Salvador! Si hubiera de–
xado
.l};ar esta ocasion , es muy factible que hubiera
muert ·en su ceguedad. Hay momentos en que Jesucristo
se acerca mas al pecador, haciéndole sentir mas vivas las
impresiones de su gracia; estos momentos son preciosos,
y
ordinariamente no vuelven. ¡Ay de aquel que los dexa
escapar! Los que iban andando, le decían que callara , di–
ce la historia sagrada; pero entonces era cuando él grita–
ba con mas fuerza: Jesus, hijo de David, compadeceos
de mí.
Así
los judíos , como los extrangeros
y
paganos,
que tenían trato con los judíos, estaban en la persuasion
de que el Mesías había de ser de la raza de David;
y
así
le nombraban
y
llamaban baxo de esta calidad. Jesus se
detuvo, hizo aceri:ar al ciego,
y
le preguntó, qué queria.
· ¡Ah Señor!
todQ lo
que
yo
os suplico, es que vea. Vee,
le
dhco
Jesus;
y en
el mismo
instante
vió.
Este
milagro